En algun panteòn del mundo, escojamos un epitafio como cualquier otro: ¡ Aquì yace un Estùpido-Idiota! Hizo todo para ser aceptado por sus semejantes: Se adaptò, se ajustò, se moldeò, se neurotizò, se enfermò y muriò. Obtuvo el reloj de oro en su trabajo por puntualidad, buena conducta y mèritos...
La verdad es que ese hombre, al igual que otros millones como èl, ya estaba muerto desde hacìa mucho tiempo. Desde muy pequeño las carencias y las ausencias ingratas, le habìan hecho morir en vida. La maldiciòn de un entorno no muy sano habìan aniquilado sus impulsos y energìa espirituales, asì como su creatividad, su imaginaciòn, sus sueños y sus afectos. Nunca tuvo la fuerza, ni la sabidurìa para convertirse en un desobediente constructivo y aprender a jugar el juego de la vida social con inventiva y sana valentìa...
La valentia y el miedo, son herramientas adaptativas al medio ambiente que nos rodea y del cual formamos parte activa. El miedo se enseña muy rapidamente y tiende a aislar al individuo del grupo por considerar que puede existir peligro a su alrededor. Eso es lo primero que se enseña. Lo peor es que quienes enseñan eso, son los primeros en amedrentar a sus pupilos...Una gran paradoja altamente enfermiza, muy propia de nuestro confundido y complicado mundo, incitador y fomentador de tendencias y circunstancias aislantes y cerradas.
Vivimos incrustados en nuestros impulsos, en nuestros deseos, en nuestras necesidades, en nuestros escapes, en nuestras agresividades, en nuestros miedos. Somos vìctimas de nuestro propio sistema nervioso que produce esos impulsos. A cada quien se le instala bien pronto, un programa de marca familiar y social en las etapas de fragilidad y de inocencia: Estamos educados por la forma de enfocar las cosas por otros, a quiènes denominamos educadores. Esos criterios ajenos, transforman los nuestros y nos inician en un gran estado de desequilibrio y de gasto de energìa de manera por demàs inùtil. Esos formadores, nos transfieren sus preocupaciones, sus molestias, sus enojos, dudas, ansiedades, miedos...Una educaciòn nefasta, de circunstancias tendientes a la repeticiòn y a la cerrazòn.
Valentia, sì, como reacciòn de valor en el momento que se necesita, pero jamàs como competiciòn agresiva, desmedida que desea aniquilar a los otros exasperando paranòicamente el valor, percibiendo al conjunto de individuos sociales como extremadamente peligrosos. Sì, a una educaciòn que señale e indique y nos enseñe a saber a que es a lo que se tiene que tener miedo basada en eventos reales, dinàmicos y transformables.
Debemos comprender que somos seres que vivimos inmersos en intercambios y en busca de equilibrios que en nuestras vidas se presentan a cada instante, no importando las circunstancias. Somos sistemas abiertos de convivencia, en donde la soltura y espontaneidad nos resultan ùtiles para encarar la vida; y la confianza, es fundamental para optar por una actitud sincera que tenemos que proyectar frente a los otros. El recelo motivado por el miedo generalizado, o la competiciòn agresiva, resultan catastròficos, nos aislan, nos encierran, nos exponen a la destrucciòn paralizante.
Como sistemas de convivencia abiertos que somos - no circuitos cerrados vìctimas del miedo y la valentia agresiva o la competiciòn- , sabemos que un intercambio armònico con el medio ambiente, representa la salud tanto social como individual, porque nada està aislado, ni permanece ajeno a la totalidad. Todo es interacciòn entre todos y todo y el todo...Nada es estàtico, todo es movible, modificable e intercambiable de manera permanente con el entorno: A cada perturbaciòn surge la intenciòn de restablecer un equilibrio y una estabilidad que evite la degradaciòn...
Los miedos, la valentia agresiva, desmedida, la competiciòn, son motivaciones malsanas, obligan a una soledad y a un individualismo muy angustioso y enloquecedor. Competir para combatir el temor programado en nuestros interiores, da lugar a la sospecha, a los engaños, el otro se convierte en el ser a vencer. Todo esto enjendra enojo, molestias y màs agresividad: El mundo de la Impotencia, el fracaso, la culpabilidad y màs marginaciòn...Circuitos cerrados por doquier, destrucciòn, paralizaciòn, degradaciòn, el cìrculo de la muerte y las tumbas... Un epitafio màs: Me voy de este mundo dejàndolos tan estùpidos y programados como los encontrè!!!...¿ Es usted amigo lector el valiente sano, que compite humanamente, sin miedos programados, con ideas propias, para convertirse en un desobediente constructivo? o hacia ¿ A dònde vamos ?
La verdad es que ese hombre, al igual que otros millones como èl, ya estaba muerto desde hacìa mucho tiempo. Desde muy pequeño las carencias y las ausencias ingratas, le habìan hecho morir en vida. La maldiciòn de un entorno no muy sano habìan aniquilado sus impulsos y energìa espirituales, asì como su creatividad, su imaginaciòn, sus sueños y sus afectos. Nunca tuvo la fuerza, ni la sabidurìa para convertirse en un desobediente constructivo y aprender a jugar el juego de la vida social con inventiva y sana valentìa...
La valentia y el miedo, son herramientas adaptativas al medio ambiente que nos rodea y del cual formamos parte activa. El miedo se enseña muy rapidamente y tiende a aislar al individuo del grupo por considerar que puede existir peligro a su alrededor. Eso es lo primero que se enseña. Lo peor es que quienes enseñan eso, son los primeros en amedrentar a sus pupilos...Una gran paradoja altamente enfermiza, muy propia de nuestro confundido y complicado mundo, incitador y fomentador de tendencias y circunstancias aislantes y cerradas.
Vivimos incrustados en nuestros impulsos, en nuestros deseos, en nuestras necesidades, en nuestros escapes, en nuestras agresividades, en nuestros miedos. Somos vìctimas de nuestro propio sistema nervioso que produce esos impulsos. A cada quien se le instala bien pronto, un programa de marca familiar y social en las etapas de fragilidad y de inocencia: Estamos educados por la forma de enfocar las cosas por otros, a quiènes denominamos educadores. Esos criterios ajenos, transforman los nuestros y nos inician en un gran estado de desequilibrio y de gasto de energìa de manera por demàs inùtil. Esos formadores, nos transfieren sus preocupaciones, sus molestias, sus enojos, dudas, ansiedades, miedos...Una educaciòn nefasta, de circunstancias tendientes a la repeticiòn y a la cerrazòn.
Valentia, sì, como reacciòn de valor en el momento que se necesita, pero jamàs como competiciòn agresiva, desmedida que desea aniquilar a los otros exasperando paranòicamente el valor, percibiendo al conjunto de individuos sociales como extremadamente peligrosos. Sì, a una educaciòn que señale e indique y nos enseñe a saber a que es a lo que se tiene que tener miedo basada en eventos reales, dinàmicos y transformables.
Debemos comprender que somos seres que vivimos inmersos en intercambios y en busca de equilibrios que en nuestras vidas se presentan a cada instante, no importando las circunstancias. Somos sistemas abiertos de convivencia, en donde la soltura y espontaneidad nos resultan ùtiles para encarar la vida; y la confianza, es fundamental para optar por una actitud sincera que tenemos que proyectar frente a los otros. El recelo motivado por el miedo generalizado, o la competiciòn agresiva, resultan catastròficos, nos aislan, nos encierran, nos exponen a la destrucciòn paralizante.
Como sistemas de convivencia abiertos que somos - no circuitos cerrados vìctimas del miedo y la valentia agresiva o la competiciòn- , sabemos que un intercambio armònico con el medio ambiente, representa la salud tanto social como individual, porque nada està aislado, ni permanece ajeno a la totalidad. Todo es interacciòn entre todos y todo y el todo...Nada es estàtico, todo es movible, modificable e intercambiable de manera permanente con el entorno: A cada perturbaciòn surge la intenciòn de restablecer un equilibrio y una estabilidad que evite la degradaciòn...
Los miedos, la valentia agresiva, desmedida, la competiciòn, son motivaciones malsanas, obligan a una soledad y a un individualismo muy angustioso y enloquecedor. Competir para combatir el temor programado en nuestros interiores, da lugar a la sospecha, a los engaños, el otro se convierte en el ser a vencer. Todo esto enjendra enojo, molestias y màs agresividad: El mundo de la Impotencia, el fracaso, la culpabilidad y màs marginaciòn...Circuitos cerrados por doquier, destrucciòn, paralizaciòn, degradaciòn, el cìrculo de la muerte y las tumbas... Un epitafio màs: Me voy de este mundo dejàndolos tan estùpidos y programados como los encontrè!!!...¿ Es usted amigo lector el valiente sano, que compite humanamente, sin miedos programados, con ideas propias, para convertirse en un desobediente constructivo? o hacia ¿ A dònde vamos ?
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