Hoy ya nadie duda, de que el mundo esta siendo inundado de tristeza. Esa es la gran amenaza actual en el planeta: El llanto que trata de enfermarnos de depresiòn, a los que se dejen. Hay que armar diques de buen humor para la contenciòn de esas lagrimas que amenazan a nuestro sufrido mundo. Es heroico haber luchado contra tanta estupidez, para que cuando inicia el siglo de los verdaderos cambios, nos dejemos vencer por el desànimo...
Nacì en un pequeño pueblo de la provincia mexicana, donde reinaba una mojigateria desorbitada y sòlo se podìan mostrar desnudeces como las manos, los rostros y un poco de cuello. Nada de rodillas, pechugas, pechos o jugosos muslos. Era un pueblo, donde el sacerdote, tenìa mucho mando y estaba plenamente convencido de que Dios le habìa confiado la custodia de las llaves del cielo y la eterna amistad con los angeles y todos los santos. Aquella estrechez de miras, se padecìa en todas las manifestaciones del comportamiento de todos los habitantes del pueblo. Nuestro soplo vital, no era màs largo ni màs fuerte que un simple eructo. Nuestros filòsofos locales, estaban muy lejos de Diògenes o de Aristipo de Cirene que predicaban como bien supremo el placer y la vagancia como ideal de vivir...Estabamos màs cerca del estoicismo, de Seneca o de Zenòn, que consideraban como bien supremo a la felicidad, pero no aquella que nos llega por los sentidos, sino por la razòn y el conocimiento, dominando las pasiones...Eramos un maldito pueblo estoico a la mexicana, es decir: a huevo!!!
Recuerdo a un amigo del pueblo que le deciamos el gordinflòn. Su enorme cuerpo se parecìa mucho al de un chacalote o al de un leòn marino con patas. Era un gordo de estampa impresionante, terrorìfica, con muchas probabilidades de provocarle la muerte a gente dèbil o enfermiza, la cual abundaba en nuestro pueblo. Se parecìa al Papa Juan 23, quizàs màs alto y màs gordo, verdaderamente mosntruoso. Daba la sensaciòn de tener la cabeza al revès. Su cràneo ovalado y pelòn parecìa una interminable barbilla. Una gran arruga de bordes rosados rasgaba su frente como si fuera una boca y sus ojos pequeños se encontraban ubicados muy por debajo de lo normal, pues los grandes cachetes le jalaban los parpados y casì se los juntaban con los pomulos y le bajaban las orejas. Las pestañas inferiores eran màs largas que las inferiores. Eso le hacia ver su cara como si tuviera una especie de gesto de dolor, tan dolorida como si le estuviera saliendo la muela del mismìsimo juicio final. Portaba barba larga y corrida hasta las orejas, como si se tratarà de una cabellera invertida, si hubiese tenìdo un ojo por ahi, parecerìa un cìclope pero invertìdo. No obstante, las apariencias engañan, se trataba de un gordinflòn muy simpàtico y alegre, como, casì, todos los gordos son.
-La propaganda americana nos hace mucho daño!!!- explicaba a todos, acariciàndose su gran papada, que ya casi no le dejaba ver el mentòn ni el cuello-, todo es comida, comida y màs comida...
Concretando: Ese gordo chacalotezco, mentìa, para distraernos de su piel grasienta y colgada que se le escurrìa por todas partes. En nuestro pueblo, estabamos muy alejados del vecino paìs del norte y por mucha propaganda que nos llegarà, vìa los medios de comunicaciòn masiva, jamàs alguien del pueblo, podrìa llegar a ser tan gordo como nuestro leòn marino con patas, ademàs ni siquiera habìa dinero para eso, quizàs lo pudiesen hacer el presidente municipal, sus familiares o el sacerdote, pero nadie màs. Lo que sì sabìamos todos, era que la bruja del pueblo lo invitaba muy seguido a comer chorizos con pan en su casa y muchos postres, bajo el efecto del vino casero preparado por la hechicera. Y las malas lenguas de la localidad cuentan que algo le ponìa a los alimentos, porque nuestro amigo de ser màs o menos delgado, pasò a convertirse en chacalote en un abrir y cerrar de ojos.
Personalmente, detesto a la gente gorda. Me crispa los nervios, tanto descuido y perversidad.Porque les he de decir, que la bruja, tambièn era otra mujer super gorda, nada màs que ella en ballenezca; verla me sacaba de quicio: Era una vieja tìpica gorda que no hacìa ni el menor esfuerzo, no se movìa ni para espantarse las moscas y que conste que en nuestro pueblo habìa bastantes por todas partes. Pero eso sì, nada màs veìa que el cachalote se acercaba a su covacha, se levantaba de su enorme sillòn de un solo brinco - decìan que habia sido gimnasta olimpica en sus mejores tiempos-, se asomaba a la ventana y le ofrecìa su mejor sonrrisa a mi gordinflòn amigo. Ahì comenzaba la senda juguetona del cachondeo. Ver a ese par de entusiasmados globos caminates, par de grotescas de botargas, lanzàndose miradas tiernas, era todo un espectàculo en el pueblo. De verdad, que eran gordos de esos de campeonato olìmpico o de luchas de Sumo. Ya juntos, no daban tan mal aspecto, pues hacìan el ridìculo ambos...
La gente del pueblo decia que ella, en sus años mozos, era alta y seca y una señora que le inyectaba vitaminas, contaba que tenìa un lunar en la cadera izquierda, pero que estaba segura que ningùn hombre se lo habia visto jamàs, pues no tenìa nada de nalgas. La bruja era virgen, disque eso potenciaba sus embrujos. Cuentan que antes del exceso de grasa, no tenìa tan mal aspecto: Se peinaba con raya al centro; gustaba mucho de teñirse el pelo. En alguna ocasiòn, se hizo un mechòn blanco en los pelos de la frente, pero le saliò mal y le quedò de color beige y que parecìa una gallina flaca con aspecto de garza embadurnada de lodo...Aùn asì, su aspecto no era del todo fatal. Cuentan que tenìa en cambio, una gran boca, eso sì, pero que con la gordura se le fue achicando y que creen que ella engordò a propòsito para parecerse a todo el mundo, pero que se le paso la mano con los chorizos y el pan y los postres y el vino, màs la escaza actividad sexual, convirtièndose en la ballena que ahora es...
Eso chismorrean las demàs pueblerinas, desde las chorreadas, hasta las màs encopetadas...Quièn sabe que hay de cierto en todos esos chismes...Imposible de averiguar.
Nacì en un pequeño pueblo de la provincia mexicana, donde reinaba una mojigateria desorbitada y sòlo se podìan mostrar desnudeces como las manos, los rostros y un poco de cuello. Nada de rodillas, pechugas, pechos o jugosos muslos. Era un pueblo, donde el sacerdote, tenìa mucho mando y estaba plenamente convencido de que Dios le habìa confiado la custodia de las llaves del cielo y la eterna amistad con los angeles y todos los santos. Aquella estrechez de miras, se padecìa en todas las manifestaciones del comportamiento de todos los habitantes del pueblo. Nuestro soplo vital, no era màs largo ni màs fuerte que un simple eructo. Nuestros filòsofos locales, estaban muy lejos de Diògenes o de Aristipo de Cirene que predicaban como bien supremo el placer y la vagancia como ideal de vivir...Estabamos màs cerca del estoicismo, de Seneca o de Zenòn, que consideraban como bien supremo a la felicidad, pero no aquella que nos llega por los sentidos, sino por la razòn y el conocimiento, dominando las pasiones...Eramos un maldito pueblo estoico a la mexicana, es decir: a huevo!!!
Recuerdo a un amigo del pueblo que le deciamos el gordinflòn. Su enorme cuerpo se parecìa mucho al de un chacalote o al de un leòn marino con patas. Era un gordo de estampa impresionante, terrorìfica, con muchas probabilidades de provocarle la muerte a gente dèbil o enfermiza, la cual abundaba en nuestro pueblo. Se parecìa al Papa Juan 23, quizàs màs alto y màs gordo, verdaderamente mosntruoso. Daba la sensaciòn de tener la cabeza al revès. Su cràneo ovalado y pelòn parecìa una interminable barbilla. Una gran arruga de bordes rosados rasgaba su frente como si fuera una boca y sus ojos pequeños se encontraban ubicados muy por debajo de lo normal, pues los grandes cachetes le jalaban los parpados y casì se los juntaban con los pomulos y le bajaban las orejas. Las pestañas inferiores eran màs largas que las inferiores. Eso le hacia ver su cara como si tuviera una especie de gesto de dolor, tan dolorida como si le estuviera saliendo la muela del mismìsimo juicio final. Portaba barba larga y corrida hasta las orejas, como si se tratarà de una cabellera invertida, si hubiese tenìdo un ojo por ahi, parecerìa un cìclope pero invertìdo. No obstante, las apariencias engañan, se trataba de un gordinflòn muy simpàtico y alegre, como, casì, todos los gordos son.
-La propaganda americana nos hace mucho daño!!!- explicaba a todos, acariciàndose su gran papada, que ya casi no le dejaba ver el mentòn ni el cuello-, todo es comida, comida y màs comida...
Concretando: Ese gordo chacalotezco, mentìa, para distraernos de su piel grasienta y colgada que se le escurrìa por todas partes. En nuestro pueblo, estabamos muy alejados del vecino paìs del norte y por mucha propaganda que nos llegarà, vìa los medios de comunicaciòn masiva, jamàs alguien del pueblo, podrìa llegar a ser tan gordo como nuestro leòn marino con patas, ademàs ni siquiera habìa dinero para eso, quizàs lo pudiesen hacer el presidente municipal, sus familiares o el sacerdote, pero nadie màs. Lo que sì sabìamos todos, era que la bruja del pueblo lo invitaba muy seguido a comer chorizos con pan en su casa y muchos postres, bajo el efecto del vino casero preparado por la hechicera. Y las malas lenguas de la localidad cuentan que algo le ponìa a los alimentos, porque nuestro amigo de ser màs o menos delgado, pasò a convertirse en chacalote en un abrir y cerrar de ojos.
Personalmente, detesto a la gente gorda. Me crispa los nervios, tanto descuido y perversidad.Porque les he de decir, que la bruja, tambièn era otra mujer super gorda, nada màs que ella en ballenezca; verla me sacaba de quicio: Era una vieja tìpica gorda que no hacìa ni el menor esfuerzo, no se movìa ni para espantarse las moscas y que conste que en nuestro pueblo habìa bastantes por todas partes. Pero eso sì, nada màs veìa que el cachalote se acercaba a su covacha, se levantaba de su enorme sillòn de un solo brinco - decìan que habia sido gimnasta olimpica en sus mejores tiempos-, se asomaba a la ventana y le ofrecìa su mejor sonrrisa a mi gordinflòn amigo. Ahì comenzaba la senda juguetona del cachondeo. Ver a ese par de entusiasmados globos caminates, par de grotescas de botargas, lanzàndose miradas tiernas, era todo un espectàculo en el pueblo. De verdad, que eran gordos de esos de campeonato olìmpico o de luchas de Sumo. Ya juntos, no daban tan mal aspecto, pues hacìan el ridìculo ambos...
La gente del pueblo decia que ella, en sus años mozos, era alta y seca y una señora que le inyectaba vitaminas, contaba que tenìa un lunar en la cadera izquierda, pero que estaba segura que ningùn hombre se lo habia visto jamàs, pues no tenìa nada de nalgas. La bruja era virgen, disque eso potenciaba sus embrujos. Cuentan que antes del exceso de grasa, no tenìa tan mal aspecto: Se peinaba con raya al centro; gustaba mucho de teñirse el pelo. En alguna ocasiòn, se hizo un mechòn blanco en los pelos de la frente, pero le saliò mal y le quedò de color beige y que parecìa una gallina flaca con aspecto de garza embadurnada de lodo...Aùn asì, su aspecto no era del todo fatal. Cuentan que tenìa en cambio, una gran boca, eso sì, pero que con la gordura se le fue achicando y que creen que ella engordò a propòsito para parecerse a todo el mundo, pero que se le paso la mano con los chorizos y el pan y los postres y el vino, màs la escaza actividad sexual, convirtièndose en la ballena que ahora es...
Eso chismorrean las demàs pueblerinas, desde las chorreadas, hasta las màs encopetadas...Quièn sabe que hay de cierto en todos esos chismes...Imposible de averiguar.
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