sábado, 2 de enero de 2016

VOYTELAS!!!

 Cuando escribo,  empezar por el comienzo y seguirse derechito hasta el final, es algo que casì nunca practico: Se dice fácil, pero para mi es preferible dar comienzo con el enigma e ir luego luego a las dificultades, dando saltos de mata...No faltarà quien diga: ¨Pues que poca madre¨. Si, ni modo. Y espero de buena fe, que entiendan todo. Que traten de entender y sobre todo que me entiendan a mi que buena falta me hace...
El misterio de esta narración, es la neta, es la verdad. Al principio no me convencìa del enigma  que escribiría y si eso a mi no me convencía, pues entonces no convencerìa a nadie y por lo tanto no tendría  éxito. Así que pretendo ser entendido y alcanzar explicar mi misterio, que repito,  es verdad.
Todo aconteció una tarde (no preciso bien el año, quizás 1962 durante el mundial de futbol de Chile), en la ciudad de Puebla. Yo era un estudiante de un Colegio de Sacerdotes Franciscanos. Nuestro centro de estudios era famoso porque en la Iglesia principal, que se encontraba justo al lado de los salones donde se impartìan las  clases, había una capilla especial  con un féretro de cristal donde reposaban los restos del Santo San Sebastian de Aparicio . La gente acudìa en grandes cantidades a rezarle al beato, prenderle veladoras y solicitarle milagros especiales para hacer màs llevadera sus angustiadas vidas, ¿por què no? En alguna ocasión hasta yo me apuntè: Pedí por mi madre que estaba amenazada con una operación de esas de las que pocos regresan y me concedió el milagro, porque jamàs la operaron. Mi pobre madrecita murió en un accidente de carretera por allà en los años setentas, fue algo muy doloroso para mì, hubiera preferido muriese en la operación y no en el encontronazo de autos al que se viò expuesta y que según me cuentan, padeció una dolorosa agonía, sin dejar de mencionar amorosamente, a cada instante, a sus hijos que tanto nos adoraba...Mi jefecita, murió muy joven, era símbolo de trabajo, de entrega, valentía e inteligencia para todos los que la rodeábamos. Que gran pena haberla perdido tan de repente y de manera tan desgraciada e inmerecida. Para què les cuento màs...¡Me lleva!!! Ah que la chingada, cuanto dolor, carajo...Ni modo, caray!!!
Les iba diciendo a ustedes, de lo extraordinario de mi  relato, sobre todo hoy que como país vamos de picada por el grupúsculo de bribones que dizque nos dirigen -ni modo, cuates, ja,jà! votaron por ellos, ahora se aguantan de esos empresarios aprovechados, disfrazados de políticos-,  prometièndonos un país en ascenso ja, jà, tipejos de tercera, símbolos de la ratería, deshonestidad y la corrupción...( Dios nos libre) Pero mejor contentos que tristes ( lo digo por todos!). Contentos Cursis y ridículos( como en la Navidad y Año Nuevo) que tristes, hambrientos y desesperanzados en Enero, con un mini salario y el dólar hasta el tope, todos en franca y abierta caìda...
Una pulga en mi oreja me dice: Ya diles la verdad del relato...
Es que hace ya toda una vida y estoy tratando de esclarecer el panorama lo màs que puedo. Les iba contando que era estudiante en un colegio de Franciscanos. Mis fronteras, se los juro, no llegaban màs allà de un rìo de desague que daba a una gran avenida por donde todo el dìa transitaban muchos carros, un mercado que le llamaban  ´del Alto ´, porque lo contruyeron en una especie de montículo y una gran dulcerìa de dulces tìpicos de Puebla, de esos cristalizados. Por las ventanas del salòn de clases, me quedaba enfrentito la Dulcerìa Santa Clara: me imaginaba comiéndome los jamoncillos, los acitrones, los higos, los calabazates y los famosos camotes poblanos...Mi mundo era de gran inocencia e ingenuidad, lo imaginaba como una gran naranja cristalizada, que ademàs me encantaban.
¿ Les confieso algo ? El padre superior, guardaba celosamente sus dulces cristalizados en una caja de zapatos y con la pena, yo tomaba de ahí mismo, los mìos. Eso si, debía acomodarlos de tal manera de que no se notara que cada vez había menos, bah, era un pecado menor el cual expiaba en mis confesiones de los viernes, dejando bizco a mi confesor por hacerse tarugo, pero siempre pensè que para èl, no pasaba de ser una anécdota graciosa de curiosidad de sobremesa con los demás frailes y sacerdotes del convento. Aprendì que el silencio también es poder. Entre menos me confesaba, màs los desconcertaba a todos ellos: La condición era saber emplear el silencio...
Un dìa, me resistì a entrar a clases de literatura después del recreo. Era una materia dada por un viejito muy enojòn y amargado. El detalle, es que me fuì a recostar sobre unas piedras planas, sobrantes de una construcción, en el patio trasero de la Iglesia; lo hice casì invisiblemente y de manera sigilosa, pero, óiganme bien, les estoy hablando como quien dice, derecha la flecha. No anden creyendo que les exagero o miento.  Por franqueza no va a quedar...
En el colegio, todo rayaba en un murmullo amorosamente o dándoles a los alumnos atole con el dedo, tratando de dizque educarlos, en vez de enseñarles a resolver la vida. Pero esa es otra historia, fallas todos tenemos a final de cuentas, me cae que si.
Espero que  aùn continúen conmigo, porque pronto llegaràn a la conclusión de que mi destino era acabar hasta donde ahora voy ( con muchos defectos, ¡què le vamos a hacer!).Miren nada màs: Quise viajar a muchos países y lo logrè. Romper todo tipo de fronteras-como decía John Lenon- y también lo logrè. Reirme de mi mismo y lo cristalice. Escapar de muchas responsabilidades de la gente común y de igual manera lo conseguí. Pero, eso sì, nunca metido en el merequetengue social, en famosas fiestas o en fiestones de época, en citas o negocios amorosos con mujeres seductoras fatales para que viera de lo que me había perdido. Que tremenda es la suerte y cuando se acompaña del destino, aparece la fatalidad y le da en la torre a los planes màs bien elaborados y preparados. ¿Dònde quedó mi justo medio aristotélico, pues?
En fin, recostado como lagartija en esas piedras lisas como la del Pipila, contemplando un cielo azul infinito, de repente para sorpresota mìa, apareció en lo màs alto y profundo del firmamento, un punto del tamaño de una cabeza de alfiler, suspendido en el aire de manera muy extraña, permaneciendo inmóvil un buen tiempo. Fue algo muy raro. Yo no me preguntaba nada. Descendió acercándose màs. Desconocia su origen. Y luego, la otra sorpresota: Una voz interna en mi, igual que si rezara y como si fuera poco de manera clara y nítida... ¿Què màs les cuento antes de llegar al final de todo esto? De seguro ya lo sospechan o puede que no. Bueno lo privado, es muy de uno, pero hoy iniciò del 2016 sì lo voy a compartir, faltaba màs...La voz decretò  en síntesis que yo viviría para auxiliar a mi prójimo y no podría hacer nada màs, me acurruquè sobre la roca y así empezó mi nueva vida: El destino y la suerte de ese dìa me ha conducido por todo lo que he hecho durante estos años de mi existencia. Nunca he podido modificar mi régimen de vida, soy todo un monje trágico e intolerable que no obra por voluntad, me lo impusieron, unos seres extraños. ¿ O alucinarìa ese dìa? Me lleva, que le voy a hacer, es cierto que uno viene al mundo para ayudar a su prójimo y dar pan de los dioses a los menos socorridos. Pero haciendo uso de su libre albedrio, digo yo. ¿Què màs? Pues que a base de golpes me he ido convirtiendo diariamente en màs caritativo y bondadoso ¡Què bàrbaro! hasta me siento màs protegido que nunca. Ahora  si soy chino libre y me dedico a lo que me dedico, por puro convencimiento y gusto. Notaràn ustedes que toda esta fantástica situación es una calca de lo que aquellos me ordenaron e impusieron, pero por mi corta edad, me alarme y puse en crisis a mi mundo interior con el mundo exterior...En aquella ocasión, besè la cruz del pulgar y el dedo índice y me fuì a clases en silencio, que desde ese entonces se convirtió en una de mis fortalezas...Ahora, soy un amante de la vida, divertido y crìtico, gozando cariñosamente, muy amorosamente de mi mismo, de los demás y de la vida...¡Vòytelas !( Empece por el final y me fui derechito hasta el inicio o còmo le hice ja, jà!?)


 

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