Una vez iniciada la aventura de la creación o visualización de la portada del rompecabezas y comenzar a colocar las piezas en el tablero, es importante reflexionar sobre lo siguiente: ¿Cómo se alcanza el conocimiento, la liberación, la iluminación?
Hay quienes postulan que llegar a conocer lo esencial que nos permita liberarnos de tanto absurdo cotidiano y mundanal ruido, es tarea que reside en el pensamiento o la razón. El conocimiento liberador sólo es realmente tal, cuando posee necesidad lógica y validez universal. La razón, dicen, nos proporciona y brinda ideas claras y distintas. Todo lo que proceda de la razón es lo único válido, los demás juicios carecen de validez. La razón es la única fuente y el fundamento del conocimiento humano. Por encima de un mundo de fenómenos relativo y cambiante, existe un mundo superior que es el mundo de las ideas, sólo captadas por la razón y que constituyen lo que llaman el verdadero conocimiento.
Existen otros pensadores que creen que la única causa u origen del conocimiento es la experiencia. Postulan que no existen ideas innatas o desde el nacimiento, como si se tratara de un acervo determinado de conceptos básicos que nos permitieran alcanzar el conocimiento y que esos conocimientos estuvieran depositados en la razón directamente. Dicen que el sujeto no tiene sus conocimientos al razonar, sino exclusivamente a partir de la experiencia. Afirman que el espíritu humano se encuentra desprovisto de todo conocimiento, de todo material cognoscitivo previo porque es como una tabula raza donde se escribe la experiencia. De ahí que todo provenga de los actos experimentados o derivados de la experiencia. Para estos pensadores todo es observación y experimentación.
Otro grupo de filósofos, proponen como causa del conocimiento la facultad de captar sensaciones porque afirman que todas las demás facultades mentales, proceden del sensualismo: “El pensamiento simplemente es la facultad, ya perfeccionada, de captar las sensaciones”.
¿Es posible distinguir varios tipos de conocimiento o sólo existe una forma de conocer?
Existe conocimiento que relaciona, compara y enlaza todo lo que se desea conocer: se dan pasos y se ejecutan procedimientos deductivos y de inferencias, para llegar a conclusiones supuestamente válidas.
Por otro lado existe el conocimiento que se presenta de manera inmediata, que no requiere de premisas o de etapas racionales, que ocurre de manera súbita. Que ocurre de manera instintiva y consiste en conocer-viendo y que no siempre requiere de un conocimiento exclusivamente sensible sino también racional. Es un conocimiento que incluye a todos los demás y que capta de inmediato la verdad o la validez de todo cuanto nos rodea: esencias, existencias, los valores, la belleza.
Pero se trata en este moño del regalo navideño, de contarle al animal hombre y mujer cómo conocer la realidad, actuar en el mundo y salvarse de las contingencias. ¿Es el hombre esencialmente distinto del animal o sólo muestra diferencias de grado frente a los animales? ¿Hay diferentes tipos de humanos?
El animal hombre y mujer han creado una segunda naturaleza llamada: cultura. Esto obliga a escudriñar el lugar del hombre en el cosmos y su función o misión en el mundo.
Hay quienes afirman que el hombre tiene una trayectoria que cumplir en su vida. Que no todo termina en la tierra, sino que existe un más allá. Pero también existen quienes postulan lo contrario y que constriñen el sentido y el actuar del hombre en su “acá”, señalando como espejismos la existencia de trasmundos donde el hombre puede depurar sus imperfecciones.
Es interesante mencionar como desde Sócrates se trató con mayor claridad lo vinculado con la indagación del mundo interior del hombre: “Conócete a ti mismo”. Frase que invita a sacar a la luz los más profundos secretos del ser. Este filósofo griego bajó la filosofía del cielo a la tierra y cuestionó a sus interlocutores por las cosas humanas: Conocerse a sí mismo para alcanzar la virtud. Y mientras descubría al hombre bajo una perspectiva ética, otros pensadores lo hacían bajo el rubro de la cultura, constituida por las costumbres, la religión, el lenguaje, la filosofía. Se referían a la potencia creadora del hombre como hacedor de culturas: Prometeo que roba a los dioses el fuego sagrado de la sabiduría, dando lugar a la creación de las culturas, a su agricultura, a la caza, a la domesticación, a los idiomas, a las armas, a las ciudades.
Para los filósofos griegos la virtud debe apegarse a los cánones de la razón, del bien y del conocimiento. Sócrates proponía que la virtud es producto del conocimiento que el malo o el vicioso es un ignorante que no conoce hacer el bien, que desconoce lo bueno. Platón hablaba de que la razón debe dominar los apetitos por ser nuestra fuerza suprema. Para los estoicos, era necesario reprimir los afectos y las pasiones, para llegar a un estado de tranquilidad o imperturbabilidad. Aristóteles hablaba del alma y que ésta debía purificarse de toda suerte de pasiones mediante la tragedia. Pero todos ellos reconocían una razón divina o universal que facilitaba el orden humano: ceñirse a lo sabio o a un logos universal que regía todo.
En la edad media surgió el primado de la fe sobre la razón: el mundo y el hombre han sido creados justamente, a partir de la nada por la benévola acción de Dios. El hombre es una criatura hecha a semejanza de su creador. Para el cristianismo, el hombre ocupa un lugar intermedio entre los animales y los ángeles. Es superior a los animales porque carece de racionalidad e inferior a los ángeles que además de ser racionales son inmortales.
El Renacimiento brindó el modelo de la libertad e individualidad, además de la racionalidad. Estos conceptos prevalecen hasta la edad moderna, el hombre tiene libre autodeterminación en un mundo totalmente determinado por los demás: “Por honor tuyo, tu debes ser tu propio artífice y constructor, puedes degenerar en animal o elevarte a las esferas altísimas de la divinidad”.
Somos débiles cañas a merced de las fuerzas naturales, pero también cañas pensantes y en eso radica la grandeza y la dignidad de los hombres y de las mujeres, es un dejar de agregar el sentimiento y la fuerza interna como factores igualmente de determinantes y volver a la naturaleza para rescatar al hombre de los convencionalismos, de la vida artificial e hipócrita que lo ha llevado la civilización. Sólo de nuestros inconscientes nacen las obras necesarias que representan un espejo perfecto de la creación. Estamos destinados a conocer y crear, pero sobre todo a vivir. Lo fundamental radica en la vida y en todo lo que coopere a su desarrollo y exaltación, hermosura, belleza y fuerza. Hay que liberarse de las creencias falsas llenas de temores para disfrutar del mejor modo los dones del planeta.
Sin embargo, aunque la filosofía es conocimiento del universo, de todo cuanto hay y de que existen varios tipos de conocimientos, eso no basta para que se capte el todo, porque estamos hablando de una realidad incompleta, pobre, llena de carencias y de soledades que vemos y no podemos contemplar sin echar de menos la porción que falta que es precisamente el conocimiento venido de la iluminación que no es otra cosa que el conocimiento llevado al máximo, es el heroísmo intelectual mismo y ese sólo se descubre o se llega a él sin hacer un inventario o reposo minucioso y completo como el que hemos realizado de todas las posturas del conocimiento, sino se trata de las aspiración por desentrañar el sentido último, total de la vida y del mundo. Y dentro de ese sentido, intentar ubicar nuestra portada y la elaboración de nuestro rompecabezas, explicándonos así al ser en todas sus manifestaciones, recuperando la totalidad y el sentimiento perdido del ser en el mundo.
La búsqueda de esa totalidad liberadora es la que hay que recuperar lo más pronto posible antes de llegar a la factible desaparición de nuestra especie. A lo largo de la historia los filósofos y los sabios han intentado diferentes caminos: la mayéutica de Sócrates, la dialéctica de Platón, el criticismo de Kant, el materialismo dialéctico de Carlos Marx o la fenomenología de Edmundo Husserl. Pero el conocimiento total y auténtico, va más allá del supremo tribunal de la razón con sus programas estériles y degenerativos, al servicio del conjunto de intereses creados. Se trata de transformar constantemente en luz y en llamas todo cuanto somos. Necesitamos de luz y de las llamas mágicas que nos iluminen yendo más allá del conocimiento obsoleto y repetitivo, vislumbrando la vida humana, adecuada a los más altos valores humanos, que han practicado los verdaderos faros de la humanidad y que les indicaron el camino de la virtud dándole alas a sus acongojados espíritus para disiparlos de toda inquietud, convirtiéndolos en héroes de su aventura heroica, recobrando así la totalidad perdida y la unidad con el inmenso cosmos.
La tragedia nos despierta y libera del absurdo cotidiano. La aceptación de lo que en verdad somos, es otro de los caminos de la liberación, así como llegar al tope de la intensidad en todo lo que vivimos y realizamos al despegarnos de todo lo mundanal y contingente que jamás nos podremos llevar en nuestro interminable viaje cósmico.
Se trata de llevar a cabo un incendio total que cubra de llamas todo, haciendo estallar por completo la maldita vida vacía repleta de absurdos en la que nos encontramos imbuídos y atrapados todos sin salida, porque el verdadero conocimiento alejado de lo meramente informativo y formativo, y de las fugitivas riquezas, surge cuando descubrimos desde lo más profundo de nuestros interiores que si podemos ser ajenos y desobedientes constructivos de todo lo establecido y creado equivocadamente por el animal hombre y mujer: El espíritu es iluminado por la energía divina que nos retorna en vida al disfrute de la totalidad y la unidad, porque en verdad somos todo y todos, y es en nosotros donde se aloja y descansa el mundo en su integridad total con todo cuanto existe en el vasto e inmenso cosmos destacando sustantivamente el verdadero humano de los demás animales, existiendo humanos muy distintos al animal hombre y mujer. Crear una vida con diferente óptica y disposición ajena al mundanal ruido y transformar todo en bienestar y confort, es la tarea del auténtico despertar y del verdadero conocimiento que conduce a la liberación y la iluminación.
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