Cuando nacemos, gritamos y lloramos como para celebrar que el universo sepa de nuestros nacimientos. Ahí todavía nadie sabe que va a morir y que la implacable catrina tarde o temprano nos recogerá para conducirnos al mundo de las tinieblas, la oscuridad y la soledad. Pero imaginemos que en ese viaje de regreso, después de haber logrado momentos de gran comunión con nuestros seres queridos y amigos, durante nuestra estancia en este plano, se nos apareciera un ángel o el mismo Dios, fuerza vital, energía del universo –como se le quiera llamar-, y nos concediera una oportunidad para continuar vivos aunque fuera unos instantes ¿Sabría usted a qué dedicarlos?
La mayoría, quizás, no estén muy agradecidos con la vida. Quizás se la pasaron esforzándose sin conseguir gran cosa o nada. Otros de seguro que la desperdiciaron en vicios, sexo y drogas. Otros más, a lo mejor, se la vivieron odiando, peleando y maldiciendo y no disfrutaron mucho de ella. Quizás todos esos sólo anhelan el sueño eterno sin deseo alguno de retorno… Aún así ¿Usted que haría con unos minutos más de vida, ya estando rumbo al viaje final, donde seguro, reina la oscuridad y el frío? (¡O un intensísimo calor!).
Todos nosotros, somos un milagro, algo increíble, un sueño asombroso y hemos vivido millones de minutos muy especiales, por eso, quizás una nueva oportunidad tan corta ya no nos provoca atracción alguna.
Los auténticos milagros, lo verdaderamente increíble, de cualquier etapa de la vida, no se encuentran en situaciones dinámicas externas que motiven nuestras emociones, sino radican en nuestra mente, en nuestro interior y no existe sustituto alguno para ese tipo de aventuras realizables: Platón hablaba de que las ideas eran más reales que los objetos que producía, o que lo contemplativo, en cierta medida, resulta más virtuoso que la vida de acción: ¿Cuál es el origen de la vida, del hombre, de la materia, del universo?
Preguntas sin respuestas que la mente humana aún no puede desenmarañar, nudos gordianos de eterna frustración que han reunido y correlacionado una enorme cantidad de datos sin alcanzar descubrimiento alguno, pero que aún nos continúan manteniéndonos muy ocupados: ¿Morir? Tal vez soñar… ¿Cómo podría ser de otra forma? ¡Si ya lo hicimos aquí, por supuesto!
Mi nueva oportunidad de retorno a este plano, la invertiría en que me enterraran en la cima de una gran montaña para que estando bendecido por las estrellas e iluminado por nuestro padre celestial, algún día pudiese retornar a este hermoso planeta convertido en un frondoso árbol o una hermosa flor roja, contemplar el mundo desde lo más alto, soñar y continuar… en eso invertiría mis últimos instantes… ¿Y usted?
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