(Aspectos Químicos y Psicosomáticos)
Las estadísticas médicas, han señalado que la moral baja afecta de manera directa al sistema inmunológico. Al parecer el cerebro influye directamente en él, mediante las conexiones nerviosas y las hormonas. Ahora se sabe que las personas más afectadas son todas aquellas que se aislan y escogen sus vidas sin relaciones interpersonales frecuentes: Viudos, divorciados y solitarios.
Si estuvieramos hablando como reduccionistas ( personas que pretenden explicar todo analizando cada una de las partes interactuantes), diríamos que la enfermedad podría explicarse como un simple desorden molecular. Los virus y las bacterias crean caos en las moléculas, así, si una proteina especializada que auxilia a procesar grasas, se ve afectada, no podría cumplir su tarea y todo el organismo entraría irremediablemnte en una enfermedad...
Esto aparentemente, tiene una lógica; sin embargo, existen esperimentos que podrían refutar los resultados asi obtenídos. Por ejemplo, a unos ratones se les ofreció una dieta elevada en grasas, durante unos meses, esto facilitó que se presentará en sus organismos un desorden metabólico. Pero, a un grupo control se le suministró la misma dieta, pero se estableció una variable de atención diferente: No ruidos en su espacio, y no manifestaciones experimentales de laboratorio, durante más de cuarenta minutos diariamente. Se pudo encontrar al sacrificarlos que más del 60% del grupo control, presentó menos daños que el resto de sus compañeros. La cantidad de colesterol en sangre, fue la misma para todos. Quedó claro que los ratones mejor tratados y que estuvieron protegidos, se manifestaron más fuertes y más resistentes. ¿Sería factible que esto pudiera suceder con nosotros? Los reduccionistas lo negarían. No somos ratones, dirían. No aceptarían tan fácil una simplificación.
Pero, otro tipo de investigaciones, aportan datos mucho más halagadores: Después de 9 años de estudios se examinaron los fallecimientos de 700 personas de un grupo de 4,700 mujeres y hombres, residentes de una pequeña población de los Estados Unidos. Se encontró que el indice de mortalidad mayor se dió entre los individuos divorciados. Estos presentaron en el primer año, síntomas como salud precaria y problemas mentales como olvidos frecuentes, insomnio y bajo indicie de productividad. El estudio concluyó que la gente solitaria que tiene pocos o ningún contacto social, muere antes que las demás personas con amigos, pertenecientes a clubes sociales, religiosos o con familias estables, aunque también sean divorciados. Al parecer, los individuos menos sociables se encuentran mucho antes con la fatídica parca y su tasa de mortalidad resulta dos y hasta tres veces mayor en los desamparados y los desahuciados de amor.
Ahora, vayamos a una extrapolación que quizás a muchos les pudiese parecer extraordinaria: Los estados emocionales- esto ya no es un secreto para nadie-como el estrés, producen una serie de reacciones que suelen complicar las funciones cardiácas: Las glandulas suprarenales ( situadas encima de los riñoes) segregan mayor cantidad de adrenalina en la sangre. Estos excesos, suelen producir disfribilación- -rompimientos de ciertas fibras cardiácas- eso acarréa arritmias y podrían desencadenar un infarto.
Ahora bien, las relaciones humanas, se procesan en una zona del sistema límbico, en las llamadas amigdalas, una especie de almendras, hundidas en las profundidades de la corteza cerebral. Con los escáners más modernos y las tomografías axiales, se ha comprobado que una conversación amable o palabras cariñosas auténticas, una caricia, hacen que esas amigdalas ordenen electricamente al hipotálamo para que fabrique hormona de crecimiento humano que auxilia a las personas a vivir más placenteramente. Esto finalmente, hace que las personas que encuentran gratificantes sus relaciones humanas, estén más protegidas contra las enfermedades y la muerte misma, que toda aquellas otras menos sociables o aisladas. De ahí que se piense que no hay enfermedades sino enfermos.
En otro tipo de investigaciones, se ha comprobado que ante la muerte de un ser querido, al hacer una toma de laboratorio del conteo de linfocitos T, antes y después de la muerte de ese ser importante, se descubrió que aunque las células no se modificaron en los conteos, en los viudos los linfocitos no respondieron a los estímulos presentados y parecían aletargados y enfermos. Se sospecha que pueda existir una estrecha relación entre las emociones y el sistema inmunitario.
Las emociones se procesan en el cerebro. Las endorfinas, tipo de neurohormonas, se disparán en cantidad, cuando registramos sentimientos muy placenteros. Y no es una casualidad que en las células defensoras de nuestro organismo, macrófagos y linfocitos T, se hayan descubierto receptores para las endorfinas y otros neurotransmisores. Esto certifica la conexión de las emociones y nuestro sistema de defensa orgánica. Si esta especie de telegramas químicos, llegan a nuestro ceerebro, ¿ Podríamos pensar que algo así como: "Estoy deprimido, " No se que hacer". "Me quiero morir" pudiesen ser también mensajes noticiosos altamente desagradables para nuestros cerebros y desencadenar reacciones negativas serias en nuestros organismos?
Es necesario, más investigación acerca del comportamiento emocional del hipotálamo y su relación con el sistema inmunológico.
Aún hay más, con algunos ratones de laboratorio, se ha llegado a encontrar que es posible condicionarlos para activar su sistema inmunológico: Se les inyecta un producto llmado Poly C que activa a los linfocitos que destruyen a los invasores. Después de cada inyección, el ratón es forzado a oler alcanfor. Después de 20 días de experimentación, se descubrió que los roedores podían estimular sus células defensoras sólo con el olor del alcanfor, sin necesidad de inyectarles el producto. Ojalá que eso mismo lo pudiésemos hacer con los humanos y no sólo con los ratones. Habrá que esperar experimentaciones con humanos.
De todo lo anteriormente expuesto, sí es posible dar cabída a la medicina psicosomátca: La realción mente cuerpo, está haciéndo su aparición con una gran fortaleza en la medicina moderna: Sesiones de psicoterapia, relajación, meditaciones y visualizaciones para potenciar la seguridad y la confianza frente a la enfermedad. Al parecer, hasta el momento, nuestro estado de ánimo, es la única arma con la que contamos para hacer frente a los retos de la vida cotidiana que tanto nos estresan.
( Continuara la tercera fase: Relación mente-cuerpo )
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