martes, 24 de enero de 2012

LAS PIRAMIDES ( Parte I )


A lo largo de varias entregas, he presentado una serie de áreas y zonas territoriales que nos muestran asentamientos humanos que contienen un hilo conductor sobresaliente: Las pirámides.

Se trata de una serie de edificaciones bellísimas y enigmáticas construidas de tal manera que asombran a propios y extraños por su majestuosidad y grandeza.( Faltan otros territorios que mostraré en posteriores entregas). Esos asentamientos humanos, giraban alrededor de esas estructuras compactas, la gran mayoría gigantescas, que representaban la parte medular de sus culturas: Desde ahí, se llevaban a cabo una serie de rituales que implicaban todo tipo de peticiones a sus deidades para tratar de conseguir su beneplácito y con ello alcanzar niveles de vida que beneficiarán a toda la comunidad, haciéndoles ver como muy poderosos ante sus enemigos o ante otros asentamientos lejanos o cercanos.

Pero, en sí, ¿Qué es lo que condujo a esos pueblos a la construcción de esas extraordinarias edificaciones, independientemente de los múltiples rituales e infinidad de ceremonias desde ahí protagonizadas? ¿Por qué o para qué en esos edificios extraños, tan altos y de configuraciones extrañas? ¿ Qué significaban en verdad? ¿ Aparte de las peticiones para la obtención de agua y buenas cosechas, ritos guerreros, actos iniciáticos y entrega de vidas y del derramamiento de sangre, qué más había? ¿ Había algo más acaso? ¿ Cuál era el significado de todo ello?
Veamos:
En la existencia siempre hay una grave constante: El Sufrimiento Humano...Y la causa de todo ese sufrimiento es la mortalidad misma. En eso reside la condición primordial del existir: No se puede negar la muerte si se quiere afirmar la vida... Pero siempre hay que afirmar la vida...

Para mí, nuestras culturas mesoamericanas, partieron de esa idea cosmogónica universal propia de toda nuestra especie: Lo espiritual está depositado en todo y en todos. ¿Por qué las pirámides no habrían de participar de ello? Incluso como hemos visto en lo que respecta al territorio Maya ya presentado en este blog, una de las extraordinarias edificaciones lleva por nombre la del Adivino, o en el territorio Teotihuacano - el cual presentaré en otra entrega - donde se encuentran las pirámides del sol y la luna; es decir, lo intangible atrapado en lo terrenal, la energía espiritual depositada en esas las moles de roca gigantescas: En el interior de esas construcciones sagradas, se encuentran depositadas todas las energías espirituales del cosmos.

Ese era el pensamiento mágico-religioso de nuestros ancestros que se ubicaba en que la realidad no era solo lo que perciben nuestros sentidos, sino que siempre hay algo más. Ellos contemplaban todo desde una perspectiva sagrada. Se tenía la convicción de la existencia de un mundo espiritual que existe al mismo tiempo que el mundo material, en un presente eterno. Un mundo espiritual concebido no como ajeno, sino como unido, conformando un solo mundo, una compleja realidad en la que se podía actuar simultáneamente en ambas dimensiones. Y era desde las cúspides de esas pirámides sagradas desde donde los sacerdotes y chamanes practicaban rituales y ceremonias para conjugar energía espiritual y materia con propósitos terapéuticos, adivinatorios o propiciatorios de beneficios o maleficios a personas y otras colectividades.

 
Se creía que desde las pirámides las experiencias místicas eran de una gran fuerza energética colectiva. Desde ahí recibían mensajes o mandatos de alguna de sus deidades o realizaban actividades terapéuticas y adivinatorias mediante viajes al territorio espiritual, beneficiando a la colectividad la cual entraba en éxtasis delirante. También los sacerdotes y chamanes desde esas edificaciones, practicaban curas colectivas o sanaciones en base al terror colectivo. Se practicaban actos de ilusión masiva, escenificados por los máximos dirigentes. Los realizaban por las noches, en la penumbra de preferencia. Así lo hacían, por ejemplo, en la Pirámide de los Nichos en el Territorio Totonaca. Dentro de los nichos, eran colocadas pequeñas antorchas que otorgaban al lugar una ilusión múltiple bellísima. Luego el sacerdote habría el cuerpo del sacrificado con un cuchillo mientras la multitud guardaba silencio para escuchar el ruido de las vísceras y empezaba el olor a sangre. Todos presenciaban el ritual, les mostraban desde lo alto, las vísceras, el corazón, todos escuchaban los gritos de dolor de los sacrificados. Muchos de esos actos, eran actos de ilusión y otros eran reales. Eran actos de ilusión y realidad cobijados por la semipenumbra. Eran actos de prestidigitación perfectos, geniales y llenos, repletos de motivos psicológicos. Los terrores provocados a la multitud servían para sanar a la colectividad. Ellos se curaban socialmente por el terror y para eso utilizaban sus majestuosas y enigmáticas pirámides. En esas escenificaciones, atacaban al inconsciente individual y colectivo, lo cual no solo los sanaba sino que también los hermanaba.

Es muy importante aclarar que los pueblos mesoamericanos concebían la magia y la adivinación y todos sus rituales como parte de un tiempo-espacio divino separado del tiempo espacio de lo creado, pero en un flujo permanente en donde se daba una mezcla de sustancias divinas y materia perceptible y perecedera. De ahí que al arribo de los conquistadores a sus territorios, ellos esperaban lo ilusorio y la aparición de lo divino para hermanarse con ellos reconociendo su superioridad: "porque lo alto y lo bajo se comunican entre sí por lo caminos de los dioses". Y lo que obtuvieron en cambio, fue la aniquilación y sojuzgamiento de sus razas. A los conquistadores sólo les interesaban los metales preciosos y las joyas, su mundo estaba dividido y lo material y espiritual eran cosa aparte. Y además, lo espiritual estaba fincado en personajes perceptibles y perecederos castigados y crucificados por ellos mismos...Les hablaban de u diablo y un infierno donde se castigaban los placeres terrenales...

La cosmovisión mesoamericana estaba firmemente fundamentada en la creencia de que nada existe fuera de la energía divina. En su visión, todo posee divinidad y en el espacio intermedio el sol, rey de este mundo, calienta a las criaturas y construye un mundo en el que conviven: aguas y montes, vientos y fuegos, luz y oscuridad, astros, piedras, árboles, hierbas, animales y un ser capaz de adorar y alimentar a los dioses. Surge así un espacio en donde los dioses, los demonios y muchos otros seres menores conviven estrechamente con una gran capacidad de adaptación...No existe el concepto de infierno o de castigo de la tradición católica en donde los placeres son sujetos de punición por proceder de un mundo o sociedad regida por el pecado, por la crisis, las limitaciones, las divisiones, las exclusiones, las barreras y restricciones de todo tipo en donde reina la culpa y la tortura eterna, ideología que aplicaron a la masacre de la usurpación de los pueblos mesoamericanos por ser, pensar y sentir de manera distinta a ellos, en lugar de apelar a la gran capacidad de adaptación de los pueblos indígenas donde todo era motivo de unicidad y divinidad demostrando una naturaleza polivalente y de extrema flexibilidad:
Del allá –entonces, decían los pueblos mesoamericanos- los “Dioses-tiempos” esperan su turno para venir a correr por los cielos bajos, a barrer la superficie terrestre y a penetrar en los cuerpos de las criaturas, todo por riguroso orden calendárico, allá se guardan las “semillas-corazones” de los seres mundanos muertos y de allá las vuelven a enviar los dioses al campo de la vida...

La grave constante: El sufrimiento humano, pero con una concepción muy distinta y diferente, los nuestros desde sus pirámides al campo de la vida y aquellos desde la tierra, al paraíso eterno en donde la mente terrenal y sus mezquinos intereses materiales, ocultan lo divino, así como las nubes que se forman debido al calor del sol, ocultan al mismo astro rey...

Mientras prevalezca lo material, mientras esa herencia de la conquista sea lo que siempre esté presente en nuestras vidas, no sabremos ni siquiera comprender nada de lo divino de nuestras grandiosas razas mesoamericanas que pertenecen al mundo entero.

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