Cuando la vida lo sorprende a uno y no se cuenta con la edad suficiente como para poder hacer algo, entonces hay que aceptar los designios del destino y enfrentar el provenir de la mejor manera posible. Debemos de saber que la actitud que adoptemos, será también un factor determinante de nuestro accionar; esto es, que como encaremos las situaciones, asì estaremos proyectando gran parte de nuestro futuro. Las herramientas con las que contamos, para semejante tarea, son solamente la imaginación y nuestros deseos firmes de querer hacer algo o alguièn en la vida.
Nuestros formadores, por supuesto que pasan a ser también un factor determinante. Depende mucho de sus estilos en su forma y maneras de conducirnos, su manera de mpercibir la vida, ya que será en base a ellos que se tomen las primeras guìas para el despegue de nuestro propio vuelo.
El entorno, es otro de los factores que influirán de manera muy directa. Dependerà mucho del ambiente que nos rodee, para que las situaciones se presenten o se ausenten o no siquiera estèn. Habrìa quièn incluirìa el factor suerte, como otro de los ingredientes fundamentales para vivir una vida interesante y creativa. Todos estos elementos, se pondrán en marcha, unos primero y otros después, pero todos en algún momento, habrán de hacer su labor o tomar su posición en nuestro accionar y peregrinar.
Una cuestión fundamental, es la edad, sobre todo en un sistema de vida en el que vivimos, ya que mientras no se pueda la persona valer por sì misma, estarà sujeta, durante un largo tiempo, a infinidad de contratiempos, que la mayoría de las veces, pudiesen resultar determinantes para alcanzar un buen futuro.
Todo, pues, se da dentro de los parámetros establecidos, ¿pero es que pudiese existir alguna otra forma distinta de encarar la existencia del animal llamado humano?
Por supuesto, que todas las especies proceden de igual o parecida forma a los seres humanos: Las crìas ingresan a la vida y de inmediato, son asistidas por sus progenitores y, también, casì de inmediato, son encaminadas a ejercitar los contenidos que como especie son portadores. Un yegua,por ejemplo, al nacer su potrito, lo recibe en un lugar seguro, lo limpia y le permite que empiece a desarrolarse, orientándolo a que aprenda todo lo que lo conducirà a convertirse en un fuerte y magnìfico potro. Lo mismo sucede con un oso. El osito será conducido por su creadora, a convertirse en un gran oso y para ello, lo acompañarà durante un buen tiempo, hasta que se convierta en autosuficiente, para de ahì en adelante, dejarlo sòlo ante los retos de su propia sobrevivencia. Tambièn lo hacen asi las aves: son recibidas en un nido, alimentadas y cuidadas por los padres y una vez que aprendieron a volar por sì mismas, son impulsadas y presionadas para hacerlo y abandonar su seguro y comodo hogar.
La institución familiar nuestra, la de nuestra especie, ha fallado en mucho con el objetivo de hacer fuertes e independientes a sus vastagos. El tiempo transcurre y al parecer, los esfuerzos de los progenitores, están resultando poco eficientes para cumplir con la tarea de convertir en propuestas sanas y productivas a su prole.
Somos una de las especies màs desprotegìdas del planeta: No contamos con alguna posibilidad de defensa natural en nuestras estructuras fìscas. Nacemos totalmente indefensos a comparación de otros pobladores de esta tierra. No contamos con garras, con colmillos, con patas veloces, con ojos poderosos, con oìdos de altas y muy bajas frecuencias. Con un super instinto. Estamos, desde nuestro arribo, sumamente indefensos. Requerimos del auxilio de otros para sobrevivir, porque de otra manera no lo podríamos lograr. Nuestro crecimiento y madurez, lleva mucho tiempo y a veces, ni asì alcanzamos el tan anhelado desarrollo humano.
Un potrito, de seguro que se convertirá en un potro, de igual manera lo haría un osito, se convertirìa, tarde o temprano en un oso. Sus constituciones genéticas, asì lo indican inequívocamente y eso es lo que se obtiene por parte de sus capacitadores, al final de su preparación. A ellos, simplemente, se les ejercita para que vayan apareciendo las modificaciones de su especie tarde o temprano. No se hace màs. Se les enseña simplemente a proveerse de su sustento y aprender a sobrevivir, enfrentado o evitando riesgos. Pero nada màs. Los expertos dicen, que en los animales, al nacer, se da un fenómeno con ellos que los identifica con su especie: La impronta. Esta consiste en permanecer con la crìa de manera muy estrecha, hasta que se identifique a su progenitor, del cual estarà siempre muy pendiente para copiar su comportamiento y seguirlo. Es como una especie de huella de la espeice, muy necesaria en todos los animales. Ese fenómeno de la impronta, sucede en cuestión de segundos o quizás minutos. Es vital, definitiva, pues determina desde el inicio, la trayectorìa de todos los animales. Es la guía primaria de las especies.
En nuestras familias, las cosas se suceden de manera muy distinta y a medida que el tiempo transcurre, todo se complica aùn màs. Nacemos en espacios donde están muchas personas asistiéndonos. No todas están identificadas con esos nacimientos, operan por obligación laboral. En algunas ocasiones, pocas, el producto es colocado en el pecho de la progenitora. Primero, es manipulado para su limpieza y su recepción resulta de lo màs impactante para la crìa. Se tiene que estar muy alerta de que respire de entrada, es fundamental que eso suceda, sino, el producto padecerà conmsecuencias de alteración nerviosa irreversible durante toda su estancia en el planeta. Por supuesto, que el fenómeno de la impronta, no està contemplado en nosotros como especie. Imaginemos a toda esa gente extraña improntando al bebè. O ya no digamos, extraña, porque pertenecen a la misma especie, si no, no resueltas, poco realizadas. Como poco realizados estamos todos dentro de nuestra propia especie. De ahì, que un bebito, al crecer, debería desarrollar al humano y esto, nunca es asì. Nosotros, también, somos la única especie que desarrolla todo, menos lo humano.
Nuestra capacitación para la vida, no sabemos que debiera incluir.¿ Què sería lo que tuviésemos que proporcionar a nuestras crìas? ¿Hay impronta para nosotros y en què momento aparece? ¿Capacitamos para lo humano? ¿ Hemos fallado como especie?
Los progenitores, argumentan que fallan porque no existen escuelas para aprender a ser padres, que ellos se tienen que enfrentar a esa responsabilidad, sin saber què hacer.
Nadie conoce el momento en el que las crìas de la especie humana, absorben al otro y a los otros, e incluso, si existe o no un tiempo de marca o huella que se prolonga en nuestra especie. La observación nos falla e interrumpimos abruptamente cualquier conducta espontànea de nuestros descendientes. No les permitimos hacer, todo lo queremos conducir los adultos. Por ejemplo, existieròn épocas en que a los bebès se les cobijaba y envolvía hasta la inmovilidad total. Nunca estamos seguros de que hacer en esa primeras etapas formativas.
Los niños ya instalados en las instituciones educativas, los conducimos a sostener el sistema de intereses creados y se castiga o reprende a los que emitan o proyecten comportamientos auténticos y espontáneos. Se procede a uniformarlos en sus criterios. Se les moldea el carácter con todo lo establecìdo. Lo humano se va ocultando cada dìa màs, produciéndose y surgiendo algo muy ajeno a eso, algo totalmente opuesto.
Sì, como especie, podríamos decir , sin temor a equivocarnos, que es la que màs ha fallado. Desconoce què debe de respetar sobre manera y sobre todas las cosas. Y atenta despiadadamente, contra las demás especies por sistema y por considerarse superior. El fracaso como dignos representantes de la especie animal humana, se ha dado ya desde hace miles de años: Hemos desarrollado a alguien muy ajeno a lo verdadero y auténticamente humano. Somos el animal que vive en su interior de manera aislada y oculta sometido a un gran temor de conocerse y mostrarse tal cual es. Por supuesto que hemos fracasado como especie.
¿Se podría todavía hacer algo?
Siempre habrá posibilidades de accionar, mientras no demos fin a la naturaleza, quièn es la que dispone de todas las especies que la conforman.Oportunidades, habrá, pero el factor tiempo apremia y lo deberemos saber aprovechar siempre al máximo, ya que pertenecemos a las especies en riesgo de extinción.
Primero que nada, se requiere de observar a nuestras crìas con una òptica muy distinta a la que hemos venido ocupando: Què es lo que hacen, còmo lo hacen, a què dedican su tiempo.
Existen conductas básicas en nuestra especie, como las tienen las demás especies: Somos sociales por naturaleza. Los niños buscan y gustan de estar con otros compañeritos. Les encanta sonrreir. Jugar mucho, siempre están buscando pretextos para hacerlo. Les encanta hablar, casì todos hablan como periquitos. Les agrada abrazar y que los abracen. Besar y que los besen. Las caricias para ellos son muy importantes. Ayudar a los demás. Son cooperativos y participativos, no les agrada ser excluìdos. Manifiestan su aprecio espontáneamente. Son lìmpios, les agrada bañarse, lo disfrutan mucho, lo exigen. Buscan con entusiasmo a sus seres queridos, sufren si no los ven. Se saben entretener con lo que sea. Les encanta tener sus propios espacios y modificarlos a su placer. Manifiestan cariño y comprensión a sus semejantes siempre y saben compartir sus pertenencias y estados de ànimo con sus mascotas y juguetes preferidos. Son muy curiosos y están siempre dispuestos a adquirir nuevas experiencias y nuevos aprendizajes. Gustan de las visitas al campo y al mar.
Son todas estas, algunas de las conductas básicas de los infantes de nuestra especie. ¿ No se podría crear una nueva educación en base en ellas y estar pendientes de que siempre estèn muy presentes, que no falten en los ambientes y entornos hogareños, escolares y familiares?
En otra ocasión, abordarè las otras cuestionantes… ( ¿Educamos para lo humano? ¿Còmo salvar la espcie?)
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