Esa mañana, no era como las otras. Don Pancho levantòse muy temprano y fue directo al portal de la hacienda que miraba hacia el oriente. Estaba envuelto en un gran sarape negro que le daba hasta los pies y hundido hasta los ojos con su sombrero color beige de charro de anchas alas y desde ahì se puso a contemplar el amanecer en lo màs lejano del horizonte. El sol estaba a punto de emerger desde el fondo del paisaje. Las nubes se tornaban violàceas y todo el campo,humedecìdo por el rocio, tomaba un hermoso colorido dorado, formando una especie de figura calidoscòpica con los pàjaros revoloteàndo por todas partes, acompañdos de infinidad de danzarinas mariposas multicolores que iban de flor en flor.
Don Pancho, era pequeño de estatura, moreno de color, un tanto pasado de peso, con barriga prominente. Su padre habìa sido el cacique del pueblo. Su rostro tenìa los rasgos caracterìsticos de la raza indigena: Pelo lacio obscuro, nariz aguileña corta, dientes grandes blancos, labios gruesos y boca grande, con un gran bigote que bajaba por los extremos. Nadie creerìa que pudiese ser dueño de nada, mucho menos de esa gran hacienda, màs bien parecìa un humilde sirviente de aquel inmenso lugar.
Quizàs, lo notable eran sus ojos grandes, vivos, penetrantes y observadores. En sus conversaciones, los mantenìa tenazmente fijos con quien hablaba producièndoles un extraño efecto, como si su mirada fuesen rayos acerados que se clavasen en las pupilas de aquellos a quien iban dirigidos.No era muy dado a hablar, no decìa muchas palabras, pero cuando era necesario corregir algùn error, daba ordenes muy claras y precisas y con tono imperativo. Siempre usaba frases cortas. la gente le obedecìa, nunca le reñìan. El por su parte jamàs abusaba de su posiciòn. Trataba a todos con respeto y bondad, aunque de manera firme,concisa y estricta.
Rompiò la concentraciòn de Don Pancho un trote de caballos que se escuchaban por el camino. Como hombre de campo que era, de mirada y oìdo fino, distinguiò de inmediato entre las sombras crepusculares que aùn ocultaban la falda de la loma cubierta de hierba, unas siluetas de tres jinetes que avanzaban hacia la hacienda. Venìan montados en caballos de esos que sirven para bajar y trepar lomas en terrenos aridos.
Eran unos individuos que venìan haciendo un largo recorrido por la regiòn, pasando por ranchos y pueblos para adquirir caballos y reses que les pudiesen servir para arar el campo. Ya traìan algunas cabezas y pretendìan sumar unas veinte màs.
Pidieròn a Don Pancho que les vendiera algunos animales de los que poseìa en su hacienda. Don Pancho les expresò que no tenìa ningùn animal en venta. Y en ese preciso momento, pasò por su imagianciòn como un relàmpago una serie de imagenes que le destrozaròn el corazòn:
Un campo lleno de cardos y zacate. Cerros pelones. Alambradas caìdas por doquier. Tierra seca, sin àrboles. Vacas flacas y caballos famèlicos. Una gran desolaciòn.
-"conque vende o no sus animales, Don Pancho"
Don Pancho, como desperantando de una horrible pesadilla, responde con alegrìa y mucho coraje en la voz:
-No, señores, voy a sembrar tambièn yo.Ya les dije, aquì no se vende ningùn animal, no hay nada en venta.
La verdad es otra, la modernidad prometiò desterrar en el siglo XXI el flagelo del hambre y nadie se quiere ocupar del campo y màs de mil millones de personas en el orbe, no tienen acceso a los alimentos que requieren y la cifra de los hambreados y desnutrìdos, va en aumento cada dìa.
La codicia desmedida y la mala distribuciòn, ademàs de una escacez tendencial para controlar los precios del mercado, propicia la especulaciòn y el encarecimiento de los productos agricolas. A todo eso hay que agregarle la gravìsima emergencia resultante del cambio climàtico, con sus huracànes, lluvias excesivas y desbordamientos de rìos que acaban con lo poco que los campesinos poseen. Y como corolario, todos aquellos fenòmenos provocados por la industrializaciòn y la desmedida urbanizaciòn del campo.
En la actualidad, ya no sòlo hay escacez de alimentos, sino de otros elementos bàsicos como son el agua potable, por supuesto tambièn, tierra cultivable, recursos pesqueros, energèticos, vivienda, medicamentos. Al parecer, al inicio del tercer milenio, hemos amanecìdo con un estrangulamiento alimentario globalizado que amenaza con terminar al mundo entero a no muy largo plazo. La demanda, en un mundo que tiende a la sobrepoblaciòn, ya alacanzò a la oferta disponible de modo que estamos instalados ante un verdadero dilema de crisis de escacez alimentaria y de otros elementos bàsicos, necesarios para la subsistencia de la especie.
La desaceleraciòn econòmica y el aumento de la desigualdad social junto con la pobreza de muchas naciones, se estàn combinando con la crisis energètica y el cambio climatico, esto coloca al mundo entero en el umbral del hambre que afecta a màs de mil millones de habitantes en la tierra.
Habrà que hacerle como Don Pancho: Aplicarnos a nuestros campos con un enfoque integral y volver a la autosuficiencia lo màs pronto posible, a corto y mediano plazo, sin poner a la venta ningùn otro de nuestros bienes materiales nacionales. ¿ Serà èste otro sueño relàmpago de un buen mexicano que no acaba de digerir la pesadilla en que vivimos y que està por venir ante tanto evento natural desastrozo y devastador que asola a nuestro empobrecìdo Mèxico?
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