Hace no muchos años, en un paìs lejano, vivìa un gobernante que tenìa una gran aficiòn por hacer uso de la palabra. Gastaba todo el tiempo que podìa para ejercitarla. Se miraba todos los dìas al espejo y ensayaba con cualquier tema que se le venìa a la mente. En los actos pùblicos a los que acudìa, ya fuera para inspeccionar a su ejercito, acudir a un festival e incluso, ir de paseo o sentarse a dialogar con la poblaciòn civil organizada, la verdadera razòn por lo que lo hacia, era para dar muestras a sus acompañantes o interlocutores de su gran elocuencia y eficacia para persuadirlos o conmoverlos. Los gestos y rostros de asombro que les provocaban sus palabras, lo regocijaban mucho. Si el sonrreìa, los otros tambièn lo hacìan. Era algo asombroso lo que ese gobernante les hacìa sentir.
El paìs que ese gobernante dirigìa, era muy hermoso y se dice que hubo un tiempo en que lo visitaban muchos turistas. Pero que en cuestiòn de once años, todo se echò a perder, todo se vino abajo, reinò la corrupciòn, la violencia, el crìmen organizado, el desempleo, los secuestros, los robos, los asesinatos y por supuesto el hambre y la pobreza. Dicen que todo era debìdo a que se encontraba muy distrìdo en sus ensayos de oratoria, que se habìan convertido en èl en toda una patològica adicciòn.
Ese gobernante, decìa a sus gobernados, que èl no era un tirano y que su gobierno ni era fallìdo ni mucho menos se encontraba fracturado. Què el era garante de la seguridad pùblica y como digno representante del poder ejecutivo de su nacìon, tenìa la responsabilidad de brindar tranquilidad a sus gobernados y luchar y combatir con sus ejèrcitos a la delincuencia y al crìmen organizado.
Ese gobernante era muy bueno hacièndo uso de las palabras, no cabìa la menor duda.
Un dìa, llegò hasta su castillo, un representante de la poblaciòn civil organizada y una pequeña mujer, para exponerle una serie de reclamos y propuestas para tratar de mejorar las condiciones del paìs y pudiera èste, volver a un clima de paz y tranquilidad, donde volvieran a florecer las esperanzas y la alegrìa de todos los gobernados.
-¿Què està ocurriendo aquì?
La voz del gobernante sonò como un sordo rugìdo.
Todos los ahì presentes, levantaron la mirada. La figura de oso del director de seguridad del gobernate, se hizo a un lado.
- Un problema de ìndole bochornosa, señor, nos estàn bolseando estos jòvenes de seguridad. -Dijo el representante de la poblaciòn civil. Estamos intentando resolverlo
De inmediato el gobernante hizò una seña con la mano y todo volviò a la calma.
- Tù-refirièndose con firmeza al director de seguridad- Cierra el pico y no se te ocurra clavarte nada.
El director se alejò, junto con sus guardias, frunciendo sus escazas cejas.
-¡Señor, Señora! Tomen asiento.-dijo el gobernante arrimàndoles un par de sillas.-¡ Vamos a ver ! Què es lo que me tienen que decir?
El representante y la señora se miraron.
Mire usted señor gobernante-dijo tomàndo la delantera el representante-, usted debe de impedir que los delincuentes no le den dinero a los que integran los partidos polìticos del paìs y mucho menos que se hagan funcionarios pùblicos.
-¡Tonterìas! vociferò el gobernante.- Eso aquì no pasa, jamàs he tenido la menor intenciòn desde que asumì el poder, de permitir que se cuestione la validez de las elecciones. Son absurdas alucinaciones de la oposiciòn.
La acompañante del representante, al escuchar esa palabras, se agarrò fuertemente de su rosario que le colgaba como cordòn en el vestido.
-Quizà tambièn sepa usted-continuò hablando el representante- de que la poblaciòn ya no quiere màs muertos ni màs desaparecìdos. Necesitamos una comisiòn de la verdad...
El gobernante suspirò.
- Ustedes saben perfectamente que no somos Bosnia o Sergovina, no nos confundan.
-¡Jesùs!.- exclamò la señora, agitando su rosario y volviendo a mirar al gobernate.-Señor, tiene que haber otro tipo de respuesta a èste sano reclamo de la sociedad.- Apuntò con humildad.
-Ajà.-dijo el gobernante, poniendo los ojos en blanco.- Màs adelante le darè otra.
-Pero, gobernandor.- agregò el representante con un suspiro-. Està claro que pese a nuestras crìticas y denuncias, se nos ha ignorado y no ha habìdo respuestas. ¡Maldita sea!.- Sin duda el representante estaba empezando a encenderse.
-Mierda- siseò el gobernador.- No se les ha ocurrido que sì ha habìdo respuestas. Señalando unas fotografìas de inmenso tamaño de fosas repletas de ejecutados, que tenìa sobre una mesa.- Quizà tambièn os hayàis dado cuenta de que todos los muertos son delincuentes.
-¡Santo cielo, oh, vàlgame Dios!- murmurò la acompañante, mientras abrìa los ojos con sorpresa.
El gobernate miro hacia uno de los ventanales del castillo, suspirò y con una sorrisa sarcàstica dijo.
-Saben perfectamente que estamos haciendo todo lo que podemos y con lo que tenemos a mano, no les miento.
El representante le clavò una mirada glacial.
- Existen paramilitares en el paìs que hacen justicia por su propia mano sin respetar el Estado de Derecho.
-¿Dònde estàn?- replicò de inmediato el gobernante.- Eso lo rechazo de manera categòrica.
-¡Tonterìas!- siseò el representante, buscàndo apoyo en la señora, que permanecìa muda de susto.
Todos se miraròn permanecièndo unos instantes en silencio.
-Queremos seguridad en el paìs, no telenovelas- rompiò el silencio la acompañante, escèptica.- Se necesita someter el poder de las televisoras y que usted nos salve de la telecràcia.
El gobernate frunciò el ceño.
-No hay duda de que usted si sabe sobre estos asuntos, esto que usted me pide es como aplicar la ley de la sencillez, cuando existen muchos problemas, lo mejor es solucionar todo por lo màs sencillo, eso es lo màs correcto.- afirmò, mirando hacia donde estaba sentado el representante.
El pequeño grupo, volviò a guardar silencio, tomaron una especie de receso, como para ordenarse.
El representante, emepzaba a sentirse como un idota, pero a pesar de ello, trataba de esforzarse en transmitir los reclamos de la ciudadanìa. Se aclarò la garganta.
- Se requiere de un plan nacional para restituir el tejido social, señor.-Guardo silencio con una expresiòn de gravedad en el rostro. La señora y èl intercambiaron miradas de asombro.
El gobernate asintiò.
-Si, esa postura tiene sentido.
Todos volvieron a intercambiar miradas.
-Entonces ¿eso es posible?- dijeron los dos visitantes a la vez muy sorprendidos.-¿Està diciendo que es posible realizarlo?.
-¡No! Que esta teorìa tiene sentido, nada màs eso estoy diciendo.
El representante para esos momentos ya tenìa los ojos como centellas.
El gobernante sonriò.
-Algo màs?
El escepticismo de los representantes habìa ido en aumento. Se hizo el silencio.
-De hecho- dijo la señora, sorprendida por irrumpir y por lo directo de sus palabras.- Le agradecemos mucho la presencia del ejercito en las calles, sin ellos, estarìamos en manos de los delincuentes.- La inspiraciòn le habìa llegado desde lo màs profundo de su inconsciente.
El representante, le lanzò una mirada de gran enojo y tràs una pequeña pausa, se acomodò en su asiento y con un vacilante suspiro dijo.
-Pero si todo se està convirtiendo en una guerra sin fin, señor.- Rematò.
-Hay una explicaciòn perfectamente racional para explicar la presencia de las fuerzas armadas en las calles- dedicando al representante una mirada torcida.- Y francamente, mi querido amigo-acariciando un pequeño escudo nacional en la solapa de su saco- me sorprende que no se le haya ocurrido.
La señora asintiò. El representante se quedò boquiabierto.
-¿Algùn otro planteamiento? El gobernador los mirò fijamente a los ojos.- Vayan al grano, por favor.
El representante se llevò su mano a uno de los bolsillos de su chaleco para sacar un papel como si fuera un jugador de pòquer amagando un as. Las yemas amarillentas de sus dedos tiraban de la esquina del papel como si saboreara la expectaciòn del gobernante y tosiendo un poco dijo.
- Si usted nos lo permite, hacemos un llamdo a todos los gobernados para llevar a cabo una movilizaciòn ciudadana el dìa 31 de octubre por la noche...
La señora se levantò de un brinco de su asiento y lo interrumpiò.
- Mejor otro dìa, ese dìa es la noche de Halloween.-Su rostro mostrò una gran iluminaciòn.
El representante la mirò a los ojos con deseo de matarla, ahì mismo.
-¡Esto es una alegaciòn absurda!
El gobernante sonrriò frìamente.
-Pònganse de acuerdo!- Se levantò.-La reuniòn ha terminado...
El paìs que ese gobernante dirigìa, era muy hermoso y se dice que hubo un tiempo en que lo visitaban muchos turistas. Pero que en cuestiòn de once años, todo se echò a perder, todo se vino abajo, reinò la corrupciòn, la violencia, el crìmen organizado, el desempleo, los secuestros, los robos, los asesinatos y por supuesto el hambre y la pobreza. Dicen que todo era debìdo a que se encontraba muy distrìdo en sus ensayos de oratoria, que se habìan convertido en èl en toda una patològica adicciòn.
Ese gobernante, decìa a sus gobernados, que èl no era un tirano y que su gobierno ni era fallìdo ni mucho menos se encontraba fracturado. Què el era garante de la seguridad pùblica y como digno representante del poder ejecutivo de su nacìon, tenìa la responsabilidad de brindar tranquilidad a sus gobernados y luchar y combatir con sus ejèrcitos a la delincuencia y al crìmen organizado.
Ese gobernante era muy bueno hacièndo uso de las palabras, no cabìa la menor duda.
Un dìa, llegò hasta su castillo, un representante de la poblaciòn civil organizada y una pequeña mujer, para exponerle una serie de reclamos y propuestas para tratar de mejorar las condiciones del paìs y pudiera èste, volver a un clima de paz y tranquilidad, donde volvieran a florecer las esperanzas y la alegrìa de todos los gobernados.
-¿Què està ocurriendo aquì?
La voz del gobernante sonò como un sordo rugìdo.
Todos los ahì presentes, levantaron la mirada. La figura de oso del director de seguridad del gobernate, se hizo a un lado.
- Un problema de ìndole bochornosa, señor, nos estàn bolseando estos jòvenes de seguridad. -Dijo el representante de la poblaciòn civil. Estamos intentando resolverlo
De inmediato el gobernante hizò una seña con la mano y todo volviò a la calma.
- Tù-refirièndose con firmeza al director de seguridad- Cierra el pico y no se te ocurra clavarte nada.
El director se alejò, junto con sus guardias, frunciendo sus escazas cejas.
-¡Señor, Señora! Tomen asiento.-dijo el gobernante arrimàndoles un par de sillas.-¡ Vamos a ver ! Què es lo que me tienen que decir?
El representante y la señora se miraron.
Mire usted señor gobernante-dijo tomàndo la delantera el representante-, usted debe de impedir que los delincuentes no le den dinero a los que integran los partidos polìticos del paìs y mucho menos que se hagan funcionarios pùblicos.
-¡Tonterìas! vociferò el gobernante.- Eso aquì no pasa, jamàs he tenido la menor intenciòn desde que asumì el poder, de permitir que se cuestione la validez de las elecciones. Son absurdas alucinaciones de la oposiciòn.
La acompañante del representante, al escuchar esa palabras, se agarrò fuertemente de su rosario que le colgaba como cordòn en el vestido.
-Quizà tambièn sepa usted-continuò hablando el representante- de que la poblaciòn ya no quiere màs muertos ni màs desaparecìdos. Necesitamos una comisiòn de la verdad...
El gobernante suspirò.
- Ustedes saben perfectamente que no somos Bosnia o Sergovina, no nos confundan.
-¡Jesùs!.- exclamò la señora, agitando su rosario y volviendo a mirar al gobernate.-Señor, tiene que haber otro tipo de respuesta a èste sano reclamo de la sociedad.- Apuntò con humildad.
-Ajà.-dijo el gobernante, poniendo los ojos en blanco.- Màs adelante le darè otra.
-Pero, gobernandor.- agregò el representante con un suspiro-. Està claro que pese a nuestras crìticas y denuncias, se nos ha ignorado y no ha habìdo respuestas. ¡Maldita sea!.- Sin duda el representante estaba empezando a encenderse.
-Mierda- siseò el gobernador.- No se les ha ocurrido que sì ha habìdo respuestas. Señalando unas fotografìas de inmenso tamaño de fosas repletas de ejecutados, que tenìa sobre una mesa.- Quizà tambièn os hayàis dado cuenta de que todos los muertos son delincuentes.
-¡Santo cielo, oh, vàlgame Dios!- murmurò la acompañante, mientras abrìa los ojos con sorpresa.
El gobernate miro hacia uno de los ventanales del castillo, suspirò y con una sorrisa sarcàstica dijo.
-Saben perfectamente que estamos haciendo todo lo que podemos y con lo que tenemos a mano, no les miento.
El representante le clavò una mirada glacial.
- Existen paramilitares en el paìs que hacen justicia por su propia mano sin respetar el Estado de Derecho.
-¿Dònde estàn?- replicò de inmediato el gobernante.- Eso lo rechazo de manera categòrica.
-¡Tonterìas!- siseò el representante, buscàndo apoyo en la señora, que permanecìa muda de susto.
Todos se miraròn permanecièndo unos instantes en silencio.
-Queremos seguridad en el paìs, no telenovelas- rompiò el silencio la acompañante, escèptica.- Se necesita someter el poder de las televisoras y que usted nos salve de la telecràcia.
El gobernate frunciò el ceño.
-No hay duda de que usted si sabe sobre estos asuntos, esto que usted me pide es como aplicar la ley de la sencillez, cuando existen muchos problemas, lo mejor es solucionar todo por lo màs sencillo, eso es lo màs correcto.- afirmò, mirando hacia donde estaba sentado el representante.
El pequeño grupo, volviò a guardar silencio, tomaron una especie de receso, como para ordenarse.
El representante, emepzaba a sentirse como un idota, pero a pesar de ello, trataba de esforzarse en transmitir los reclamos de la ciudadanìa. Se aclarò la garganta.
- Se requiere de un plan nacional para restituir el tejido social, señor.-Guardo silencio con una expresiòn de gravedad en el rostro. La señora y èl intercambiaron miradas de asombro.
El gobernate asintiò.
-Si, esa postura tiene sentido.
Todos volvieron a intercambiar miradas.
-Entonces ¿eso es posible?- dijeron los dos visitantes a la vez muy sorprendidos.-¿Està diciendo que es posible realizarlo?.
-¡No! Que esta teorìa tiene sentido, nada màs eso estoy diciendo.
El representante para esos momentos ya tenìa los ojos como centellas.
El gobernante sonriò.
-Algo màs?
El escepticismo de los representantes habìa ido en aumento. Se hizo el silencio.
-De hecho- dijo la señora, sorprendida por irrumpir y por lo directo de sus palabras.- Le agradecemos mucho la presencia del ejercito en las calles, sin ellos, estarìamos en manos de los delincuentes.- La inspiraciòn le habìa llegado desde lo màs profundo de su inconsciente.
El representante, le lanzò una mirada de gran enojo y tràs una pequeña pausa, se acomodò en su asiento y con un vacilante suspiro dijo.
-Pero si todo se està convirtiendo en una guerra sin fin, señor.- Rematò.
-Hay una explicaciòn perfectamente racional para explicar la presencia de las fuerzas armadas en las calles- dedicando al representante una mirada torcida.- Y francamente, mi querido amigo-acariciando un pequeño escudo nacional en la solapa de su saco- me sorprende que no se le haya ocurrido.
La señora asintiò. El representante se quedò boquiabierto.
-¿Algùn otro planteamiento? El gobernador los mirò fijamente a los ojos.- Vayan al grano, por favor.
El representante se llevò su mano a uno de los bolsillos de su chaleco para sacar un papel como si fuera un jugador de pòquer amagando un as. Las yemas amarillentas de sus dedos tiraban de la esquina del papel como si saboreara la expectaciòn del gobernante y tosiendo un poco dijo.
- Si usted nos lo permite, hacemos un llamdo a todos los gobernados para llevar a cabo una movilizaciòn ciudadana el dìa 31 de octubre por la noche...
La señora se levantò de un brinco de su asiento y lo interrumpiò.
- Mejor otro dìa, ese dìa es la noche de Halloween.-Su rostro mostrò una gran iluminaciòn.
El representante la mirò a los ojos con deseo de matarla, ahì mismo.
-¡Esto es una alegaciòn absurda!
El gobernante sonrriò frìamente.
-Pònganse de acuerdo!- Se levantò.-La reuniòn ha terminado...
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