Hoy por hoy, la tesis principal de nuestra bùsqueda es el encontrar o crear un lenguaje que nos permita hablar acerca de lo que hay que vivir en este siglo y los siglos venideros: Empezaremos por comprender que la ùnica religiòn aceptable para el ser humano serà la que enseñè ante todo, a conocer, amar y servir apasionadamente al universo del cual somos el elemento màs importante, ya que tanto la mujer como el hombre, no son uno de tantos seres que existen en el cosmos, sino que tienen un papel preponderante como testigos de todos los demàs objetos que existen.
San Francisco de Asis, hablaba con los àrboles: ¨Hermano càntame¨...Y escuchaba la canciòn que su hermano àrbol le cantaba. Le hablaba al rìo, a los peces y aseguraba que le contestaban. Hablaba con las rocas, con las piedras...Hacia declaraciones a la luna en las hermosas de octubre. Felicitaba a un castor que salìa de su presa de agua a su llamado. Se enamoraba de una ternera: ¨¡ bella ternera, adios¨! Pero permanecìa con los dos pies asentados sobre la tierra que habitaba. Su amor, era el de un tetigo del cosmos que no se limitaba a las relaciones del hombre y la mujer, sino que extendìa su accionar amoroso consciente, a todos los seres , a la naturaleza, a los àrboles, a los animales, a los paisajes, a una intensa participaciòn en la vida del mundo.
Ese humilde hombre franciscano, poseìa la capacidad de escuchar y sentir el canto de los àrboles y los sabìa sus hermanos. Veìa la Divinidad en todas partes, en cualquier lugar, en cada forma y manifestaciòn...Eso es ni màs ni menos, el mundo palpable del amor a la totalidad del cosmos...Ese es el lenguaje espiritual del cual todos los seres humanos somos portadores. Somos seres que arribamos al mundo despiertos para vivir intensamente mediante la inspiraciòn Divina, la cual difiere en mucho del simple capricho. Pero no confiamos en nuestro genio y somos incapaces, hasta el momento, de crear un lenguaje distinto y es por eso que se nos escapa el triunfo en nuestras vidas.
Nos hemos convertido en vividores impedidos para concebir la verdadera alegrìa de la vida. Hemos dejado de ser las arpas celestiales que vibran ante todos los vientos y con intensidad sin igual. Somos violadores de los lìmites establecidos por nuestra madre naturaleza para alcanzar una mejor y màs sana conviviencia, y eso, ha engendrado en todos nosotros, una gran incapacidad y sufrimiento.
Estamos rebasados en aras de una sociedad industrial y tecnològica, que vive una incontenible rapidez en la que se nos obliga a vivir innumerables cambios en todos los àmbitos, rompièndo con todas las estructuras que nos conforman. Ese es el terreno que propicia la proliferaciòn de todos nuestros males, hacièndonos vivir al filo de la desestabilizaciòn emocional: La petrificaciòn del espìritu.
Hoy vemos correr sangre a causa de heridas humanas que destellan en el universo entero que a la vez muere desangrado en torno a la libertad y la sed de jsuticia que reclama nuestra civilizaciòn entera. Tenemos que Arrojar las redes en el cielo, cuyo lecho esta empedrado de elixir de estrellas, para traernos en sus hilos el tònico de la vida salvaje para hacer surgir con gran ìmpetu al nuevo hombre.
De nueva cuenta, hay que captar la esencia de todo, ver, sentir, tocar las leyes superirores de las cuales los fenòmenos de este mundo no son màs que simples reflejos. Esa es parte de la tarea.
No hay que contentarnos con ser buenos simplemente, hay que ser buenos en algo y para algo. Convertirnos en Gullivers para ver màs profundo y màs lejos que los enanos que supuestamente dirigen nuestros destinos o que eso pretenden hacer.
Tenemos que sacar a la luz el absurdo de las efimeras bùsquedas humanas: Un hormiguero es una megalopolis. Un oso koala es un mundo de inocencia y ternura. Y una torre de comunicaciones es una agencia de mensajes galàcticos.
Existen planos de vida mucho màs elevados que en los que viajamos en este momento. Nuestro fin son las alturas y nuestra vida, toda, debe de ser ese esfuerzo para alcanzarlas. Hay que atrevernos a construir castillos de arena, como los que haciamos en las playas de nuestra infancia, pero ahora, pongàmosles adecuados cimientos para que no se desmoronen.
No olvidar que somos seres que arribamos al mundo despiertos para vivir mediante la inspiraciòn Divina, lo cual difiere en mucho del simple capricho. Nuestro genio se debe màs que nada, a la facultad de percibir cosas que todo el mundo ve sin ver, debido a que su espìritu està ausente. Tenemos que aprender a sumergirnos màs allà de la superficie de las cosas, profundidad de la cual el pensamiento emerge repentinamente con la intenciòn fulgurante del sentido oculto.
Hay que permitir la existencia y la interrelaciòn de todos con todos. Que existan muchas y distintas personalidades, tantas como sean posibles, pero cada uno deberà hacer su mejor esfuerzo por descubrir su propio camino y de seguirlo en lugar de seguir el de los adultos, el de la madre, el del padre, el de los maestros o el de los vecinos. Las experiencias de los adultos, no sirven para nada, son los primeros y principales fracasados. A generaciones y propuestas nuevas, mètodos de vida nuevos.
Urge una nueva filosofìa humanista, porque ella es la que nos brindarà y auxiliarà con otro tipo de enfoques para resolver los retos de los enigmas del mundo moderno. Nos ayudarà a crear un nuevo lenguaje comùn que nos hermane y conecte para satisfacer las exigencias de nuestras emociones, sentimientos, de nuestra razòn y nuestro comportamiento.
Hay que ser simplemente, màs de lo que somos y de lo que alcancemos a comprender, ir hacia el territorio de la inspiraciòn Divina, vivirlo intensamente y practicarlo hasta la muerte digna en el presente, como seres despiertos que en verdad somos. Hay que hacer uso de nuestro genio de manera total. Seamos los gigantes que se atrevieron a ver màs que los enanos. Que el elixir de la vida salvaje nos embriague para dar a luz un mundo mejor en la sinfonìa del cosmos...
El tiempo lo tenemos encima y la oportunidad de los nuevos horizontes nos pertenece. Somos seres nacidos para triunfar jamàs para fracasar...Estas son sòlo algunas señales, ojalà, para tiempos mejores...
San Francisco de Asis, hablaba con los àrboles: ¨Hermano càntame¨...Y escuchaba la canciòn que su hermano àrbol le cantaba. Le hablaba al rìo, a los peces y aseguraba que le contestaban. Hablaba con las rocas, con las piedras...Hacia declaraciones a la luna en las hermosas de octubre. Felicitaba a un castor que salìa de su presa de agua a su llamado. Se enamoraba de una ternera: ¨¡ bella ternera, adios¨! Pero permanecìa con los dos pies asentados sobre la tierra que habitaba. Su amor, era el de un tetigo del cosmos que no se limitaba a las relaciones del hombre y la mujer, sino que extendìa su accionar amoroso consciente, a todos los seres , a la naturaleza, a los àrboles, a los animales, a los paisajes, a una intensa participaciòn en la vida del mundo.
Ese humilde hombre franciscano, poseìa la capacidad de escuchar y sentir el canto de los àrboles y los sabìa sus hermanos. Veìa la Divinidad en todas partes, en cualquier lugar, en cada forma y manifestaciòn...Eso es ni màs ni menos, el mundo palpable del amor a la totalidad del cosmos...Ese es el lenguaje espiritual del cual todos los seres humanos somos portadores. Somos seres que arribamos al mundo despiertos para vivir intensamente mediante la inspiraciòn Divina, la cual difiere en mucho del simple capricho. Pero no confiamos en nuestro genio y somos incapaces, hasta el momento, de crear un lenguaje distinto y es por eso que se nos escapa el triunfo en nuestras vidas.
Nos hemos convertido en vividores impedidos para concebir la verdadera alegrìa de la vida. Hemos dejado de ser las arpas celestiales que vibran ante todos los vientos y con intensidad sin igual. Somos violadores de los lìmites establecidos por nuestra madre naturaleza para alcanzar una mejor y màs sana conviviencia, y eso, ha engendrado en todos nosotros, una gran incapacidad y sufrimiento.
Estamos rebasados en aras de una sociedad industrial y tecnològica, que vive una incontenible rapidez en la que se nos obliga a vivir innumerables cambios en todos los àmbitos, rompièndo con todas las estructuras que nos conforman. Ese es el terreno que propicia la proliferaciòn de todos nuestros males, hacièndonos vivir al filo de la desestabilizaciòn emocional: La petrificaciòn del espìritu.
Hoy vemos correr sangre a causa de heridas humanas que destellan en el universo entero que a la vez muere desangrado en torno a la libertad y la sed de jsuticia que reclama nuestra civilizaciòn entera. Tenemos que Arrojar las redes en el cielo, cuyo lecho esta empedrado de elixir de estrellas, para traernos en sus hilos el tònico de la vida salvaje para hacer surgir con gran ìmpetu al nuevo hombre.
De nueva cuenta, hay que captar la esencia de todo, ver, sentir, tocar las leyes superirores de las cuales los fenòmenos de este mundo no son màs que simples reflejos. Esa es parte de la tarea.
No hay que contentarnos con ser buenos simplemente, hay que ser buenos en algo y para algo. Convertirnos en Gullivers para ver màs profundo y màs lejos que los enanos que supuestamente dirigen nuestros destinos o que eso pretenden hacer.
Tenemos que sacar a la luz el absurdo de las efimeras bùsquedas humanas: Un hormiguero es una megalopolis. Un oso koala es un mundo de inocencia y ternura. Y una torre de comunicaciones es una agencia de mensajes galàcticos.
Existen planos de vida mucho màs elevados que en los que viajamos en este momento. Nuestro fin son las alturas y nuestra vida, toda, debe de ser ese esfuerzo para alcanzarlas. Hay que atrevernos a construir castillos de arena, como los que haciamos en las playas de nuestra infancia, pero ahora, pongàmosles adecuados cimientos para que no se desmoronen.
No olvidar que somos seres que arribamos al mundo despiertos para vivir mediante la inspiraciòn Divina, lo cual difiere en mucho del simple capricho. Nuestro genio se debe màs que nada, a la facultad de percibir cosas que todo el mundo ve sin ver, debido a que su espìritu està ausente. Tenemos que aprender a sumergirnos màs allà de la superficie de las cosas, profundidad de la cual el pensamiento emerge repentinamente con la intenciòn fulgurante del sentido oculto.
Hay que permitir la existencia y la interrelaciòn de todos con todos. Que existan muchas y distintas personalidades, tantas como sean posibles, pero cada uno deberà hacer su mejor esfuerzo por descubrir su propio camino y de seguirlo en lugar de seguir el de los adultos, el de la madre, el del padre, el de los maestros o el de los vecinos. Las experiencias de los adultos, no sirven para nada, son los primeros y principales fracasados. A generaciones y propuestas nuevas, mètodos de vida nuevos.
Urge una nueva filosofìa humanista, porque ella es la que nos brindarà y auxiliarà con otro tipo de enfoques para resolver los retos de los enigmas del mundo moderno. Nos ayudarà a crear un nuevo lenguaje comùn que nos hermane y conecte para satisfacer las exigencias de nuestras emociones, sentimientos, de nuestra razòn y nuestro comportamiento.
Hay que ser simplemente, màs de lo que somos y de lo que alcancemos a comprender, ir hacia el territorio de la inspiraciòn Divina, vivirlo intensamente y practicarlo hasta la muerte digna en el presente, como seres despiertos que en verdad somos. Hay que hacer uso de nuestro genio de manera total. Seamos los gigantes que se atrevieron a ver màs que los enanos. Que el elixir de la vida salvaje nos embriague para dar a luz un mundo mejor en la sinfonìa del cosmos...
El tiempo lo tenemos encima y la oportunidad de los nuevos horizontes nos pertenece. Somos seres nacidos para triunfar jamàs para fracasar...Estas son sòlo algunas señales, ojalà, para tiempos mejores...
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