lunes, 6 de febrero de 2012

LAS PIRÁMIDES (PARTE III Y ÚLTIMA)

LAS PIRÁMIDES (PARTE III Y ÚLTIMA)
El principio divino de nuestros antepasados mesoamericanos hablaba de manera reiterativa de que el cielo, el sol, la luna, las estrellas y los planetas eran el equivalente a nuestros sentidos perceptuales, decían: “Cuando reconozcamos a plenitud la naturaleza de las vestiduras del hombre, como lo que conforma su cuerpo, los sentidos, la mente y el intelecto, se podrá comprender lo sagrado”.  En eso trabajaban todos los días de sus vidas, mientras llevaban a cabo sus labores cotidianas, porque pensaban que el cuerpo era sólo un reflejo de la naturaleza misma: “Todos los aspectos sensibles del cosmos también se encuentran en el cuerpo humano”.  Es decir, que todo el cosmos integrado por fuerzas animadas e inanimadas constituye una totalidad, nada existe, ni puede existir fuera de esa totalidad energética.  Todo es todo, porque todas las cosas se encuentran comprendidas en el todo, así como toda parte, partícula, unidad o combinación está también dentro del universo: “El todo está contenido en el ave pero esa ave, está muy lejos de ser el todo;  pero el ave existe como cosa pequeña, creada en la energía total, es inmanente en ella, así como las partículas que la componen”.
La mente europea de los conquistadores ocultaba la totalidad energética, eran un imperio decadente, venido a menos con desviaciones, alucinaciones e ilusiones mentales experimentando deseos a cada momento instalados en los falsos conceptos  “yo” y “lo mío”, albergando sentimientos de gran maldad para con sus semejantes protegidos por la tecnología de sus ejércitos compuestos por gente ignorante y mercenaria al igual que los misioneros evangelistas, fracasados en su relación con lo divino.  Se trataba de seres reprobados, representantes de lo absurdo demoniaco inclinados por la diversidad y olvidándose de la unidad: “Yo hago esto, yo disfruto esto, yo he conquistado esto, yo he evangelizado”…  Se trataba de seres eternamente insatisfechos profundamente absortos en el engaño, en la ilusión misma que ya los había conducido al fracaso instalándose en guerras interminables en sus propias tierras.  Eran seres repletos de odio, rencor y temor sobre todo al ir al encuentro con sus hermanos mesoamericanos ante quienes temblaban de miedo, por no comprenderlos: “Lo divino no tiene personificación, lo divino es la existencia misma, nada está separado”…  En eso radicaban las diferencias de continente a continente.  ¿Quiénes estaban más cercanos a la divinidad?  ¿Quiénes vivían más engañados?  Los misioneros españoles sostenían: “Existe un poder divino secreto y sagrado claramente separado de la gente, y debemos de obtenerlo, debemos ser merecedores de él”… Los indígenas mesoamericanos sostenían: “No hay nada en el universo fuera de nosotros, la diversidad, acaba con la unidad, como un lago claro que refleja sólo imágenes y hace correr tras las imágenes reflejadas, quien está en el engaño no puede alcanzar lo divino; no existe nada más que la energía divina en el universo”.  Y remataban diciendo: “La energía divina es informe, pero aparece con formas diferentes, como el aire que asume la forma del recipiente que se use y está en todas partes, no se piensa, sólo se siente”.  Nuestros ancestros estaban firmemente convencidos que dedicando todas sus actividades a lo divino, poco les podría importar la conquista o el fracaso, vivían con inquebrantable fe en la energía divina y aceptaban su destino a sabiendas de que nada acontece fuera de esa máxima energía.  Eran conocedores de que al mal nunca se le extingue, solo se le aminora o controla y que tarde o temprano llega a su decadencia sofocado por sus propias contradicciones. 
Antes de continuar con el texto, quiero dejar bien claro que me siento muy orgulloso de que por mis venas circule sangre ibérica, así como también ser producto de la herencia de Gonzalo Guerrero y de Jerónimo De Aguilar quienes sobrevivieron a un naufragio en las costas de Yucatán y que fueron nuestros primeros padres y también de Hernán Cortés, muy inteligente y valiente guerrero.  Soy todos ellos, pues mis orígenes se derivan de esas mentes.  Existí dentro de cada uno de esos personajes, dándome su vitalidad, su espíritu y su acción; sin embargo, nunca dejaré de ser crítico de lo inaceptable, de lo vil y poco humano que los misioneros y conquistadores mercenarios también fueron.  Esto lo repruebo y no lo acepto ahora ni nunca.  Sus ambiciones los perdieron rompiendo con la unidad de la energía divina de manera por demás grotesca e inmisericorde lo cual impidió el desarrollo espiritual de la fusión de las razas.  El espíritu de mis creadores me es inherente, pero desde luego también acepto que no soy ellos ni tampoco Cuauhtémoc o la Malinche o Moctezuma o Cuitláhuac.  Acepto como mestizo lo mejor de ambas posturas, todo lo que represente los poderes mentales y espirituales de mis creadores, porque ambas proposiciones son ciertas para mí, consideradas desde los puntos de vista apropiados y justos y en eso radica para mi el desarrollo espiritual: “Reconocimiento, orgullo, realización y la manifestación de todas aquellas fuerzas espirituales-ancestrales”… 
Respecto a las culturas precolombinas de Mesoamérica se pueden hacer y de hecho se hacen, una serie de especulaciones y conjeturas, donde todo es posible.  Los dos polos de la verdad: lo absoluto y lo relativo.  De lo que sí hay que tener mucho cuidado es de las verdades a medias o semi-verdades porque confunden y desorientan al hacer creer que cualquier suposición podría ser valedera o cierta, al fin que es sólo cuestión de grados…  Documentos fiables son casi inexistentes, fueron quemados, incinerados por los misioneros evangelizadores en la conquista espiritual de aquellos pueblos indígenas.  Los testimonios de los códices desaparecieron, incluso se sabe que el sacerdote Diego De Landa quemó tantos documentos que éstos ardieron durante semanas.  Otros vestigios más fueron modificados y alterados.  Con ellos se perdió parte de la identidad y de eso se trataba precisamente la dañina conquista espiritual, de que los nativos perdieran el nexo con su pasado y mediante el sojuzgamiento, maltrato y genocidio, abandonaran lo suyo e hicieran propio lo extraño y quemar todo fue la solución más simple y absurda.  Sin embargo, las monumentales construcciones de esas súper-razas, aún continúan y están ahí para certificar y dejar clara su grandeza, pese a que se haya hecho historia sólo en base a complicadas y enmarañadas especulaciones que no concuerdan con la realidad visible y palpable de tremendas obras no sólo de una incalculable belleza, sino además de una inigualable e irrepetible arquitectura y un esplendoroso diseño matemático y astronómico.
La gran ciudadela de Teotihuacán fue construida de acuerdo a un cuidadoso plan preconcebido por grandes maestros de aquellas épocas ¿Cuál sería la forma en que hicieron las medidas de semejantes conjuntos ceremoniales y habitacionales? Por ejemplo, en el caso de la Pirámide de Keops la medida utilizada fue la de pequeños cubos y pulgadas.  Y en Teotihuacán comparando las proporciones de las medidas menores y mayores, se obtuvo la clave de la unidad de medida equivalente a 1,059 metros a la cual se le llamó: “Hunab”.  Las distancias entre los muros con respecto a la línea central de la Pirámide del Sol, contienen proporciones similares a las localizadas en la Pirámide de la Luna, en el Templo de Quetzalcóatl y la Calzada de los Muertos: Longitudes de 108, 144, 135 y 324 unidades.  Un cuidadoso análisis matemático puso al descubierto una serie de cifras enigmáticas que fueron cobrando sentido cuando se compararon con datos y antecedentes astronómicos: ¡Se trataba de un modelo a escala del Sistema Solar!
Los teotihuacanos se adelantaron a su tiempo y a muchos tiempos, estaban al tanto de un sistema de medición de la astronomía actual, pero ellos hace cientos de años.  Parece increíble, pero partiendo del centro de la Pirámide de Quetzalcóatl y designando a la órbita de la Tierra un valor de 96 Hunabs, dentro de la ciudadela aparecen programados los valores de las órbitas de los planetas interiores con exactitudes que impiden cualquier posibilidad azarosa o de simple coincidencia.
Los planetas más cercanos a la Tierra, como lo son Mercurio, Venus y Marte, sus valores orbitales comprenden 36, 72 y 144 Hunabs.  Y partiendo de la Calzada de los Muertos los valores orbitales corresponden a los demás planetas del sistema.  Todo el conjunto es una representación a escala del mismísimo Sistema Solar.  Es una verdadera hazaña no sólo haber calculado las distancias del Sol y de los planetas más cercanos, sino inclusive la distancia del Sol al cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter.  Eso requeriría la observación del firmamento con telescopios muy potentes, apenas existentes hoy e inexistentes en aquellos tiempos…
Pero aún hay más: Desde lo que ahora resulta una pequeña pirámide casi desmoronada, a las 520 unidades Hunabs corresponde al valor orbital de Júpiter, con una exactitud de más de 97%.  Y un poco más adelante, existe una marcación a 945 Hunabs, que señala una órbita respecto a Saturno.  Conocían también la existencia  de Urano, Neptuno y Plutón, los cuales fueron descubiertos por la cultura europea en los años de 1781, 1846 y 1930, respectivamente.  Y hay más:  Desde el Templo de las Flores, edificio oculto y abandonado, ubicado a las afueras del gran conjunto de Teotihuacán, a 7200 Hunabs de la Pirámide de la Luna, se piensa por los cálculos realizados, se trata de una presentación a escala de la órbita de un planeta desconocido, más allá de Plutón.  La ciencia actual ya ha postulado su existencia en teoría y en base a observaciones tecnológicas muy cuidadosas y precisas. Todas las investigaciones que hablan de estos grandiosos hallazgos se deben al Ingeniero norteamericano Hugh Harleston Jr., dotado de una sólida formación científica, quién se apoyó en los mapas fotogramétricos de Rene Millon, antropólogo también de origen norteamericano, siguiendo la metodología usada un siglo antes por  Taylor y Charles Piazzi Smith en la gran pirámide de Keops que dio por resultado la escala de la Constelación de Orión. Los datos egipcios fueron constatados por Peter Tompkins autor del libro titulado: “ Secrets of de great Pyramids” y por Francis Hitching, famoso historiador autor de otro gran libro titulado: “Atlas mundial de los misterios”.
En Chichen Itzá que se encuentra a 27 metros sobre el nivel del mar, en territorio Maya, al noroeste de la Península de Yucatán, se encuentran unas admirables ruinas arqueológicas dentro de un terreno de 3 Km y a lo ancho de 1.5 Km donde precisamente se ubica la gran Pirámide de Kukulkán considerada como una verdadera y auténtica máquina solar que da testimonio irrebatible del avance de la civilización Maya-Tolteca.
El Castillo como también se le conoce a esa hermosa e imponente pirámide, uno de los edificios más interesantes de toda Mesoamérica, donde sucede un fenómeno espectacular que da paso a la etapa de la primavera cuando el Sol desciende por su estructura escalonar marcando el paso del equinoccio de la renovación.  En la portentosa máquina solar Maya se puede apreciar como se forma el primer triángulo de la estele de luz solar en la parte superior, preámbulo de los seis más que van surgiendo al ascender el astro rey hasta llegar a la base de la escalinata rematada por dos cabezas de serpientes guardianas.
La proeza y grandeza de ese fenómeno, atrae a científicos de diversas disciplinas así como a millones de turistas provenientes de todas partes del mundo.  Se trata de presenciar un verdadero milagro que se lleva a cabo por la pericia arquitectónica de los enormes constructores Mayas-Toltecas y su gran técnica para medir el tiempo, así como por un profundo conocimiento del ritmo de la Tierra e inclusive de otros mundos y del mismo astro rey, el Sol.
De acuerdo a las creencias ancestrales de esas tribus, se trata del Dios Kukulkán que desciende del cielo a través de los rayos solares tomando la forma de la serpiente que ilumina en el equinoccio primaveral a la Tierra para fecundarla y permitir así, la siembra exitosa del maíz.
El Castillo de Chichen Itzá está construido de tal manera que por lo cuatro costados posee siete salientes que al ser tocados por los rayos del Sol y mediante un armónico juego de luz y sombras forman siete triángulos isósceles.  Uno en cada uno de los basamentos de la construcción.  El último de esos triángulos va a dar a la cabeza de una de las serpientes guardianas en la base de la escalinata que conduce a la cumbre de ese edificio solar.  Es decir, tiempo y religión adquieren una dimensión espectacular de esa gran pirámide mediante la luz solar el día 20 de marzo.  Una de las cabezas de las serpientes deja de ser un adorno y cobra vida mediante la luz del Sol, en eso consiste la ilusión de tan espectacular acto natural-artificial: “La sombra que provoca la Pirámide al ascender el Sol, va cubriendo el cuerpo de la serpiente hasta alcanzar la cabeza que se encuentra en la base, el último triángulo en formarse es el primero en desaparecer; uno y otro triángulo se desvanecen lentamente conforme el Sol asciende en el firmamento y así, hasta que el último triángulo se va con el cuerpo serpentino en el instante en el que el Sol se oculta en el horizonte.  Todo este fenómeno transcurre en un periodo de 3 horas, mismas en la que los Mayas realizaban una serie de rituales y de danzas, armonizando con ello sus energías y equilibrando lo terrenal con lo divino.
Estos ancestrales Mayas-Toltecas conocían el tránsito del Sol por el Cenit, los solsticios y equinoccios, fases lunares, otros sistemas planetarios y zodiacales, la ruta de los astros en las constelaciones, eclipses y muchas conjunciones planetarias pudiendo prever el acontecer de su propia vida en el porvenir lejano, anticipar por años e incluso por siglos, los encuentros y alejamientos de muchos de los astros en un día preciso y en un lugar exacto del cosmos.  Tenían una visión muy amplia del universo.  Según Teeple John escribía que los Mayas igualaban a cualquier pueblo de la Tierra en su época y que sus conocimientos eran propios con un adelanto al pueblo europeo de más de 1,000 años.
Las explicaciones de tan impresionante fenómeno han despertado opiniones diversas y opuestas que van desde lo mágico y conjetural, hasta lo oculto y parapsicológico, mientras que para los nativos del lugar se trata sólo de un hecho totalmente comprensible dentro de sus creencias en donde la serpiente emplumada –Kukulkán o Quetzalcóatl- fecunda la Tierra en tiempos de siembra.  Esto se apunta en un libro extraordinario titulado “La Pirámide de Kukulkán, su simbolismo solar” del estudioso de la arqueología Maya Luis E. Arochi quien al abordar el fenómeno del equinoccio de primavera, hace mención que tal descubrimiento se debe a unas fotografías del señor Feliciano Salazar quién al estar cuidando las ruinas se percató del movimiento del Sol sobre la pirámide, y fue eso lo que permitió conocer semejante prodigio natural y artificial que tiene instalado a este hermoso edificio como una de las grandes maravillas del mundo.  Arochi fue sólo el difusor de ese fenómeno.
Luz y sombra en su justa proporción, misterio que encierra una de las herencias culturales más impresionantes y enigmáticas de los pueblos mesoamericanos en sus fabulosas construcciones piramidales que son un vestigio de su inmensa grandeza espiritual e intelectual.
Podría continuar escribiendo líneas y líneas sobre las pirámides precolombinas, sería un texto interminable:  Xochicalco, Palenque, Bonampak, Malinalco, Tepoztlán…
Falta mucho por investigar: ¿Fueron los constructores de aquellas pirámides egipcias, peruanas, guatemaltecas, hondureñas, mexicanas, constructores asistidos por seres de otras dimensiones? ¿Kukulkán y Quetzalcóatl fueron los mismos personajes o seres diferentes venidos del cosmos? Enigmas apasionantes que se reaniman con historias y leyendas tradicionales, como la de la Montaña de la Serpiente que narra cómo la Coatlicué al estar barriendo sus aposentos cayó sobre ella un plumaje, como una gran bola de plumas finas, mismas que recogió y las colocó en uno de sus senos.  Cuando terminó de barrer buscó la pluma que había colocado en su interior, pero ya no estaba.  En esos momentos Coatlicué quedó embarazada… ¡Embarazada por una pluma mágica!... La cual dio nacimiento a Huitzilopochtli, el Dios Sol.
La montaña representa la pirámide donde se verificó la lucha cósmica entre los dioses Huitzilopochtli (El Sol) y la Coyolxuaqui (La Luna) donde se encontraba una piedra de sacrificios, donde las víctimas solían ser inmoladas y decapitadas en honor a la diosa Coatlicué madre de ambos…  Sólo habrá que señalar una vez más, como toda la mitología mesoamericana, señala que todo es divino, que lo de arriba se conjunta con lo de abajo, que somos todo y todos, hijos del Sol, de la Luna, y de la madre naturaleza y que en eso estriba la grandeza de nuestras razas mesoamericanas fundamentadas siempre en el crecimiento y desarrollo interior, en donde cielo y tierra parecen darse la mano en un enclave mágico en el que nada es casual… Ése es el secreto de los verdaderos Dioses que les inspiraron en todo y les permitieron vivir en armonía y equilibrio hasta antes de la conquista.


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