lunes, 19 de septiembre de 2011

EL SISMO

¿ Què fue lo que aprendìmos de aquella gran catàstrofe del 19 de Septiembre?

Era muy temprano aquel dìa. Era un dìa soleado, de cielo lìmpio, los pàjaros con sus cantos, estaban dando la bienvenida al astro Rey y todo empezaba a transcurrir y fluir como de costumbre: Nos acababamos de levantar y jugaba en pijama con uno de mis chiquitines a pasearlo montado sobre mis pies, hacièndole creer que èl daba unos grandes pasos, cuando de repente, todo el mobiliario de la casa, las làmparas, los cuadros, se empezaròn a sacudir de manera estrepitosa, casì explosiva y varios adornos de las repisas, se vinieron abajo. Perdì el equilibrio junto con mi hijo y por fortuna, como caminabamos por un pasillo, sòlo nos fuìmos de un lado para el otro como si fueramos unos borrachitos. Muchos de los libros tambièn se precipitaron vinièndose al piso, fue cuando la señora que nos atendìa, me emepezò a gritar con desesperaciòn desde la cocina: Què pasa señor,  què pasa? Aquel momento trepidatorio, me pareciò eterno, fue sòlo el princìpio de una gran debacle... En distintas zonas de la ciudad, todo se habìa venido al suelo y la gente empezarìa a caminar sobre miles de cadàveres, emitièndo desgarrantes gritos de dolor y desesperaciòn que sòlo al paso del tiempo,quizàs, podrìa atenuar.

El telèfono de la casa, empezò a sonar. Era la voz, con tonos de mucha agitaciòn, de mi hermano mayor: Oye, Raùl, todo se cayò!!! Los edificios, las casas, estamos muy mal, la gente està muy herida, necesitamos ayuda!!! Le contestè que se conectarà con mi amigo Felix Sordo en televisa y que le solicitarà ayuda, que èl lo  podrìa auxiliar. Colgamos y entonces, emepecè a dimensionar que se trataba de algo verdaderamente muy serio. Mi esposa, para esos momentos, habìa retornado a casa, pues se encontraba desde muy temprano, hacièndo ejercicio en su club. Llegò con su rostro todo descompuesto:¡ No te imaginas!

Me quitè la pijama, me vestì con ropa de trabajo y salì de inmediato para sumarme al auxìlio de mis semejantes. La voz de auxìlo de mi hermano, me retumbaba por todos lados: ¡Necesitamos ayuda ! Claro que mi imaginaciòn se iba a quedar muy corta, ante lo sucedidò.

Muchas de las lìneas del metro se encontraban fuera de servicio. En el auto, sòlo pude llegar hasta la glorieta de Villa, las autoridades ya no dejaban transitar màs vehìculos. Desde ese punto, empecè a caminar rumbo al centro de la ciudad . Muchos edificios estaban derrumbados,  varios autos se encontraban aplastados por los escombros, la gente mostraba asombro y temor en sus rostros. Se veìa humo por todas partes, los habitantes de esas zonas corrìan y gritaban pidièndo auxilìo: ¡Estan debajo de esa barda! -decìan. Se quedaròn todos atrapados en ese edificio! -señalaban. Los niños vivìan ahi!-se lamentaban. Eran escenas y cuadros de gran terror,. Escenas desgarradoras y sobre todo, mucha impotencia, pues poco se podìa hacer para remover tantos y tan pesados escombros, de las que habìan sido, apenas unas horas atràs, sòlidas construcciones.

Pero lo peor del desastre, se encontraba ubicado en la zona de la colonìa Roma. Ahì, infinidad de construcciones, se habìan derrumbado como si se tratarà de fichas de domino. La unidad habitacional que se encontraba frente al Centro Mèdico y el mismo centro hospitalario, estaban, casì, en ruìnas, pero màs la unidad que se encontraba rodeada por un gran parque, en dònde se empezaban a depositar ya, algunas vìctimas, gràvemente heridas. Parecìa, todo aquello, un gran campo de batalla. Los edificios,  como de siete pisos, en su gran mayorìa, se habìan venìdo abajo. Las escenas de dolor, eran multiples e inenarrables. La gente se trasladaba de un lugar hacìa el otro, corrìan por todos lados, tratando de prestar auxìlio a sus heridos a sus dolientes. El Centro Mèdico al que hubièsen querido acudir, estaba inservible y atravesando por las mismas peripecias, con los pacientes ahì hospitalizados y atemorizados. Nadie se pudo poner a salvo de la sorpresiva y  tremenda sacudìda terrena de màs de siete grados de intensidad.
 En ese lugar, me detùve a auxiliar a una señora que no paraba de llorar y le preguntè que si le dolìa algo, resultò ser sordomuda, pero con un gesto y moviento de sus manos, me hizo comprender què si todo eso, se trataba de un bombardèo, què si habìa sido un ataque con armas. Ella movìa sus manos de un lado para el otro y las hacìa chocar, como si se tratarà de los edificios que se habìan desplomado. Como no escuchaba, sòlo sintiò el movimiento de la tierra y viò como los edificios chocaban unos contra otros, como si un estallido o algo similar, los hubièse movido.

Mi hermano, era propietario de una pequeña florerìa, ubicada en la calle de Morelia, precisamente en la colonia Roma. Pasè por esa calle y en efecto, todo se encontraba en ruinas y el aire estaba lleno de polvo, se dificultaba respirar y asì  en esas condiciones, habìa varias zonas en toda la ciudad.

Mi estado de ànimo, era de  constante alerta roja. Para esos momentos,  ya todos estabamos muy cuidadosos de una rèplica sìsmica. Sentìamos que todo nos daba vueltas y que continuaba oscilando, aunque no fuera asì.

La gente continuaba auxilìandose unos a otros como podìan y con lo que tenìan a su alcance, hacièndose muy difìciles los rescates, pues se requerìa de herramienta pesada, para remover enormes bloques de concreto. Rescatamos a varios, a quiènes sòlo se les veìan los pies y que aùn se movìan. Habàin quedado cubiertos por tierra, escombros y con muchos ladrillos encima, pero nada de gravedad. Lo que sì nos preguntaba la mayorìa, es que què habìa sucedidò e inmediatamente les respondìamos: Fue un temblor!

Las ambulancias y sus sirenas, zumbaban por toda la ciudad. Los bomberos no se daban abasto. Eramos insuficientes ante tanta tragedia. Al paso del tiempo, nos ibamos enterando de què habìa sucedidò en otros puntos de la capital. La radio y la televisiòn, no cesaban de informar: Se desplomò la fabrica de costureras de la calzada de Tlalpan! Se necesita ayuda en la colonìa Juàrez! ¡Televisa està fuera del aire, se cayò la torre de transmisiòn y se precipitò contra  los edificios de las instalaciones adjuntas!

Fue ahi, cuàndo me acordè, otra vez, de mi querido y gran amigo Felix Sordo. Inmediatamente me dirigì a la avenida Chapultepec 18 y sin pensarlo, me introduje en lo poco que habia quedado del edificio de noticias donde trabajaba a diario desde muy temprano: El panorama, era espantoso, no habìa en pie, ningùn piso. Todo se habìa venido abajo como si de un pastel destruìdo se tratarà. Desde ese edificio, habìa transmitido con èl, comentarios deportivos. Busquè y busquè afanosamente. Tratè de encontrar la manera de penetrar los escombros.Un bolero, me reconociò y me dijo:" Yo me tirè desde donde estabamos, pero habìa muchos vidrios y eran como cinco metros. Le acababa de dar bola a los zapatos de Felix, y ya no lo volvì a ver. Sòlo vì oscuro y mucho polvo, todo fue rapìdisimo"...Se soltò a llorar, lo abrazè fuertemente junto con la ùltima imagen de mi amigo que habìa quedado impregnada en sus ojos y lo tratè de consolar y de consolarme. ¡Què dolor, mucho dolor, perdì a mi gran amigo del alma!...
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